Juan Carlos Mas –médico.
Al
recorrer los diversos artículos, notas y comentarios vertidos acerca de del
crónico malestar de Colon – ahora con agravaciones episódicas frecuentes
- recordé que allá por los años 80 escribí una colaboración para el periódico
Unidad, efectuando una comparación con otro lugar poblado de la república, de
la cual la cual no tengo constancia de que se llegara a publicar. Sin
querer ser pretencioso la titulé “Historia de dos ciudades” parafraseando a
Charles Dickens. Quise encontrarlo en mis archivos y afortunadamente lo logré.
Más abajo lo expongo para los lectores, porque me parece vigente.
“Santiago
de Veraguas y Colon tienen indiscutiblemente dos orígenes diferentes y también
dos desarrollos separados. Santiago, ligada desde el inicio a la economía
natural agro ganadera, fue el baluarte de las castas conservadoras , definidas
así en cuanto se oponían en el siglo XIX a los esfuerzos liberales para
modernizar el Istmo y transformarlo en una economía abierta (Hanseática la
definían entonces). Está por verse si tal arraigo en la economía natural deba
necesariamente etiquetarse como conservador a la luz de los conceptos
sobre autosuficiencia nacional, como parte de la seguridad y soberanía de los
pueblos. Lo cierto es que Santiago engendró en el siglo XX trascendentes
movimientos sociales y populares ligados a la concepción del papel popular que
podía jugar aquella economía.
Portobelo
-Colón (así en esa sucesión histórica), nacieron para la economía de tránsito y
por tal razón estaban concebidas como un balcón al comercio mundial. Un balcón
de una casa concebida sin espacio interior. Finalizado el papel de Portobelo,
Colón cumplió en su aún corta vida el rol del anterior y lo superó con
creces. Ya en 1940 Colón era una ciudad de hermosas y limpias calles, avenidas
y edificios de amplias recovas, que vistos desde el lóbrego presente evocan
cuánto dinero corrió por sus calles.
Santiago
y Colon, tan distintas en sus orígenes convergían en un casi agónico malestar
en el fin de fiesta oligárquico coincidente con el año 68. Ambas poblaciones
estaban virtualmente en el cenagal. Colón había sido víctima de la
medicina que pretendió darle vida al enfermo. Cuando en 1947 Enrique
Jiménez creó la Zona Libre estaba intentando suplir, con una economía
volcada al mundo, el auge cesante de la economía bélica de los 40s. La
receta tuvo éxito para la economía pero no para la ciudad ni su población.
Desde entonces Colón ha visto pasar por su balcón ingente sumas de dinero
cuyas monedas ruedan catarinas por su frente para ir a ingresar a otras arcas.
La Zona Libre se construyó sobre dos pilares de atracción que son: Las
exenciones impositivas; y 2 la garantía de un bajo costo de la mano de obra.
Esto marcó a hierro el destino de la fuerza de trabajo colonense. Una fuerza
laboral barata debía estar signada por la precariedad. Para asegurar ese
ejército de trabajadores de reserva una silente conjura se cernió sobre
la isla de Manzanillo; nunca más se establecieron empresas privadas que
pudieran competir por la mano de obra prisionera de la Zona Libre. Colón, que
había sido autosuficiente en pequeños comercios para el abasto de su población
los vio cerrar una tas otro. Hasta un diario que tenía la ciudad (Calle 6a) vio
cerrar sus páginas por falta del sustrato informativo en una ciudad que,
palatinamente, dejaba de serlo para transformarse en un muelle y un almacén. La
vida cultural tomo el rumbo de la estructura económica hacia el destino
que hoy conocemos. Para salvar a la ciudad se inventaron nuevas fórmulas
dirigidas a reforzar el carácter transitista de su economía. El paciente
iba quejándose más y más, poniéndose pálido y terroso como aquel a quien
envenenan lentamente con arsénico. La fórmula recordaba aquella anécdota del
médico al cual llamaban el “111” (porque comenzaba con uno, seguía con uno y
terminaba con uno), Hacia mediados de la administración del proceso octubrino
se ideó crear un polo de desarrollo industrial en la provincia de Colon y
estimular la radicación de empresas en el área de Buena vista, bien lejos de la
isla de Manzanillo para no establecer competencias por la mano de obra barata
que por superior designio le pertenece a la Zona Libre. Por otra parte ese
nuevo polo industrial -por su posición- volcaba sus efectos sobre la
ciudad de Panamá y no sobre la de Colón.
La
Refinería creada por razones estratégicas en Bahía de las Minas, pasaba a
ser la única alternativa de empleo estable y “normal” frente a la Zona
Libre, pero fueron cerradas sus operaciones en los gobiernos post-invasión.
Concluyese
que Colón es una ciudad rehén de la Zona Libre y solo rompiendo con las
quimeras exclusivistas de Zonas y Puertos Libres podrá reencontrase como
ciudad. La historia nos ha enseñado que el auge del transitismo es vulnerable
por su carácter cíclico En consecuencia la sabiduría aconseja una red de
auto-sustentación para las caídas del ciclo.
Santiago
durante el proceso octubrino recibió un poderoso impulso que la trasformó en la
pujante ciudad que es hoy. La planificación estatal, tan denostada, concibió:
el polo cañero en la vecindad de Santiago; el traslado del Mida que no solo
trajo una burocracia activa al mercado de consumo de la ciudad, sino que
también determino que el sur se transformara en una parte activa de la economía
provincial. El papel de las organizaciones cristianas de producción
en el norte, aunque sin proponerse una ligazón política, terminó por confluir
en su praxis económica, sustentando el mismo proyecto del régimen de construir
un modelo económico con cierta autarquía, por no estar aligado al transitismo.
Hoy
las dos ciudades parecen estar ubicadas en el infantil juego mecánico del sube
y baja: Santiago arriba y Colón abajo. La mejor más sofisticada y moderna de
las economías tiene a Colon en el pasado. La realidad es que Santiago es una
ciudad con hinterland es decir tiene una provincia que administrar y suplir. En
cambio Colón es una ciudad pegada como una ventosa a la ruta, sin tener
una provincia que administrar. Un desarrollo sustentable para la ciudad debería
contemplar el desarrollo del interior provincial como base de sustentación.
Colón
ciudad y Colón provincia; una ciudad sin provincia y una provincia sin capital.
Vemos por ejemplo como se reitera el error de concepción del modelo de
desarrollo.
Se
proyecta un ferry de Cartagena a Colón y se elige a esa ciudad como
terminal panameña del esquema de transporte concebido con base a su
carácter de terminal de la ruta interoceánica. ¿Por qué no terminar el
ferry en Portobelo? Tiene más consecuencia y consistencia unir a ciudades
gemelas por su historia.
La
adecuación de Portobelo y de la carretera hacia ella tendría el efecto de
construir el interior provincial que señalamos como necesario. Atender a ese
polo provincial le significará a la ciudad de Colón el desarrollo de una
actividad no directamente ligada a su carácter transitivo sino a su capitalidad
provincial que la obliga a atender a la expansión económica de sus poblaciones
dependientes.
La
quimera exclusivista presupone descartar todo otro tipo de combinación de
alternativas de desarrollo recargando las esperanzas en el comercio exterior.
Dar la vuelta a la concepción del problema… mirar al futuro con óptica de auto
sustentación y tener presente la historia”.