Marco A.
Gandásegui, hijo, profesor de Sociología de la Universidad de Panamá e investigador
asociado del CELA
El trabajador
ngobe, Onésimo Rodríguez, fue asesinado la semana pasada en Volcán, Chiriquí,
por un escuadrón de la muerte. Aparentemente, la banda asesina opera en la
región para amedrentar a los miembros del pueblo ngobe que protestan contra la
construcción de la represa Barro Blanco. Obra que se construye ilegalmente en
la comarca Ngobe-Bugle en la serranía del Tabasará
Rodríguez formaba
parte de un grupo de cerca de 200 trabajadores ngobe que llevó a cabo una
manifestación de protesta contra la represa hidroeléctrica de Barro Blanco, en
Las Nubes, entre Cerro Punta y el pueblo de Volcán. Fue una protesta pacífica
en solidaridad con sus hermanos en la comarca. Los productores agrícolas de las
tierras altas chiricanas emplean casi exclusivamente mano de obra ngobe. Hace
décadas los campesinos chiricanos no trabajan en las fincas que explotan el
café, lechuga y otros productos agrícolas. Fueron reemplazados por los
trabajadores indígenas que ganan un salario muy inferior.
Después de la
protesta de solidaridad de los ngobe, el grupo se dispersó pacíficamente.
Algunos regresaron a las fincas donde trabajaban y otros tomaron distintos
caminos. Rodríguez junto a un compañero fueron a buscar un medio de transporte.
Mientras esperaban en una parada de autobús, cuatro hombres se presentaron con
máscaras de esquí. Se llevaron a los dos manifestantes y los golpearon con
barras de hierro y palos.
Rodríguez ,
después de recibir la golpiza, fue arrojado a un arroyo cercano. Lo encontraron
a la mañana siguiente, muerto. La otra víctima del ataque sobrevivió. Su
identidad, según se informó, está siendo protegida por su seguridad.
Según voceros
ngobe, las operaciones de “este tipo de grupo de exterminio no es nuevo en
América Latina. Sin embargo, no se había visto en Panamá o en la región
occidental del país hasta el momento”. Aseguraron que la manifestación pacífica
realizada en Las Nubes es “parte de la
lucha indígena panameña para proteger sus tierras”.
La comunidad
ngobe está indignada por el acto de violencia. Más aún, los ngobe están
alarmados por la falta de interés por parte de las autoridades para investigar
el crimen. Según una persona que participó en la manifestación de protesta, el
asesinato es una provocación abierta al pueblo ngobe. Además, es un intento de
los sectores interesados en asustar a los trabajadores ngobe y a sus familias
para que dejen de protestar contra la construcción de la represa. La obra es
propiedad de una sociedad panameña-hondureña y financiada por un banco del
gobierno holandés, el FMO, y otro alemán, el DEG.
Las tácticas de
terror lo que hacen, sin embargo, es redoblar la determinación de los ngobes
para defender sus tierras. En estos momentos, el estado de ánimo de los ngobe
es de avanzar con prudencia a la espera de escuchar las propuestas del gobierno
nacional. Los dirigentes ngobe saben que los intereses asociados a las represas
son las mismas que tienen vínculos a las grandes trasnacionales mineras que
quieren explotar el subsuelo panameño. Ambos, a su vez, tienen fuertes nexos
con personeros de los gobiernos panameños actuales y del pasado. Las acciones
de los escuadrones de la muerte sólo unen más a los ngobe.
La sociedad
panameña se pregunta si habrá más protestas en las tierras altas y en las
carreteras. Si el gobierno insiste en
apoyar a los especuladores que construyen represas en los ríos de la comarca
ngobe, no cabe la menor duda de que los enfrentamientos continuarán y,
probablemente, se incrementen.
El gobierno
actual tiene poca experiencia y pericia en materia represiva y desconoce las
relaciones de producción en la provincia de Chiriquí. Los jefes militares
tampoco han hecho un estudio de la capacidad de resistencia de los ngobe. Las
fuerzas armadas y el Ministerio de Seguridad Puública cuentan el número de armas
que tienen los ngobes y las comparan con los equipos sofisticados que ellos
manejan. Sobre la base de esos cálculos llegan a la conclusión de que pueden
derrotar cualquier protesta indígena. Los asesores militares norteamericanos,
que trabajan sobre el terreno, tienen un plan de contingencia para destruir
militarmente lo que llaman la “insurrección indígena y campesina” en Panamá.
Lo que no
entienden el gobierno (porque no quiere), los militares locales y
norteamericanos, es que los ngobe son la principal fuerza de trabajo en las
tierras altas de Chiriquí desde hace 40 años. Además, son los trabajadores de
las fincas bananeras desde hace 50 años. También son los que levantan la zafra
en los cañaverales de cuatro provincias y cosechan los arrozales. Si los gnobes
son reprimidos todas esas actividades serían paralizadas por falta de mano de
obra. Los personeros del gobierno y sus socios pueden privilegiar en esta
coyuntura la inversión minera. Pero los productores agrícolas de cinco
provincias serían los que perderían la batalla. Las políticas del gobierno sólo
perjudican el país.
Onésimo
Rodríguez, muerto en la comunidad de Las Nubes, víctima de un escuadrón de la
muerte, es el mensajero de un pueblo explotado que defiende sus tierras. Su
mensaje es alto y claro: Como él hay muchos más dispuestos a sacrificar sus
vidas por la integridad de sus familias, comunidades y cultura.
11 de abril de 2013.