jueves, 24 de julio de 2014

Israel en la coyuntura.

Marco A. Gandásegui, hijo

Dos diarios símbolos de la política agresiva de EEUU y Europa, respectivamente, The New York Times y El País (de Madrid), analizaron la ofensiva de Israel contra la población de la Franja de Gaza y llegaron a la misma conclusión: Israel se está empantanando en medio de la masacre que ya ha cobrado más de 650 vidas. Tanto Nathan Thrall como Juan Gómez, los analistas de los diarios mencionados, señalan que urge que Israel encuentre una salida rápida a la crisis creada por su ofensiva.

Ambos señalan que los ataques sangrientos de Israel contra la población que vive en la Franja de Gaza tienen como objetivo impedir la ejecución de los acuerdos políticos alcanzados el pasado mes de abril entre la Autoridad Palestina (dirigida por la Organización de Liberación Palestina – OLP) y el Partido Hamas. Lo más importante del pacto celebrado entre las dos facciones políticas que representan a Palestina, fue la concesión de Hamas para que la Autoridad Palestina - desde Ramala - asuma la administración tanto de Cisjordania como de la Franja de Gaza. El acuerdo condujo a los palestinos a una reconciliación de proporciones históricas.

En 2006 el Partido Hamas ganó las elecciones convocadas en la Franja de Gaza. En Cisjordania, en cambio, ganó la OLP. La OLP no reconoció el triunfo de Hamas y continuó dirigiendo la Autoridad Palestina sin Gaza. Igualmente, Israel y EEUU no reconocieron el triunfo de Hamas. EEUU había declarado a Hamas un grupo “terrorista” por su oposición a Israel. La Franja de Gaza fue bloqueada por Israel, satanizada por EEUU y Egipto le impidió llegar a sus almacenes y hospitales en la frontera que comparten.

La reunificación palestina este año fue percibida inmediatamente como una amenaza por Israel. Su reacción fue cerrarle el paso, primero, a la contribución del emirato de Qatar para cubrir la planilla mensual de 43 mil empleados públicos de Gaza. Segundo, apretó aún más el bloqueo de Gaza que le impide tener acceso al mundo exterior.

El pacto político entre Hamas y la OLP le presentó una oportunidad a Israel para mejorar sus relaciones con ambas organizaciones palestinas. Sin embargo, no lo aprovechó. Al contrario, desató una ofensiva letal contra la Franja de Gaza. El acuerdo entre las partes palestinas le entregó la administración de la Franja a la OLP, dejando a Hamas fuera del gobierno. Las decisiones políticas de Gaza fueron trasladadas a Ramala donde gobierna la OLP a través de la Autoridad Palestina. El nuevo gobierno se comprometió a cumplir con las demandas de EEUU para recibir ayuda económica: ‘Poner fin a la violencia’, ‘adhesión a pactos anteriores’ y el reconocimiento de Israel.

EEUU rechazó la oferta del rico petro-emirato de Qatar. Washington alegó que su legislación prohíbe que cualquier entidad tenga contactos con Hamas bajo sospecha de ser “terroristas”. La Casa Blanca tuvo la oportunidad de buscar una solución a la crisis palestina actual pero prefirió continuar agudizándola.

Incluso, cuando la ONU se ofreció para ser el conducto para que Qatar hiciera llegar los fondos a Gaza, EEUU se mostró reticente e Israel acusó a la entidad mundial de intentar canalizar dinero al Partido Hamas. Según el periodista Nathan Thrall, “Israel pretende regresar al status quo ante cuando Gaza no tenía agua potable, sólo contaba con energía 8 horas al día, las aguas servidas eran echadas al mar y las cloacas se desbordaban en las calles”. Thrall cree que un “cese del fuego por parte de Israel no duraría mucho ya que no resuelve la crisis económica de la Franja y tampoco abre la frontera con Egipto”. Gaza no puede continuar siendo bombardeada y aislada del resto del mundo.

Aunque parezca paradójico, Hamas se fortalece con cada bomba israelí que cae sobre Gaza. A pesar del creciente número de víctimas producto de la ofensiva israelí, Hamas recibe el apoyo de sectores cada vez más amplios. La Autoridad Palestina que administra Gaza desde abril de 2014 no es capaz de tomar decisiones. Egipto aún no abre su frontera. EEUU e Israel consideran que la masacre de palestinos constituye un ejercicio ‘defensivo’.

Según el periodista español, de El País, Juan Gómez, “las bombas de Israel la alejan con cada explosión. Fortalecen la reputación de Hamas entre una población que se siente encarcelada y machacada por un enemigo impune”.

(Continua)
24 de julio de 2014.

viernes, 4 de julio de 2014

Militarismo, democracia y derechos humanos.

Hace pocos días un soldado norteamericano en ‘misión’ de entrenamiento de policías según los medios locales asesinó, en la provincia de Los Santos, a una joven panameña. Hay indicios que el soldado intentó esconder su acto criminal enterrando a la mujer. EEUU invocó uno de los tantos acuerdos militares con Panamá para declarar al soldado un ‘agente diplomático’. Las autoridades panameñas entregaron el soldado a EEUU y todo indica que no será juzgado por su supuesto crimen.
Esta es una de las tantas consecuencias negativas de la creciente militarización de Panamá, que se suma a la corrupción y a los radares perdidos. Me imagino que la primera pregunta del presidente Juan C. Varela, quien asumió el poder el martes, a sus asesores en ‘seguridad nacional’ fue ¿dónde están los radares que el gobierno del expresidente Martinelli le compró a una empresa cercana a Silvio Berlusconi en Italia? Los radares se han convertido en un escándalo que puede acabar con las carreras de muchos políticos en Italia y, a la vez, puede poner a Martinelli en el banquillo de acusados en ese país europeo.

Detrás de las historias de mal uso de fondos públicos, sexo y otros abusos se encuentra un verdadero peligro para Panamá. Se trata del creciente militarismo que los sectores gobernantes abanican sin considerar los resultados catastróficos que representa. En menos de cinco años, Washington estableció 12 bases aeronavales sobre las costas panameñas. Los militares norteamericanos también crearon un Ministerio de Seguridad Pública en Panamá con un presupuesto anual que se acerca a los mil millones dólares. Gran parte del presupuesto es invertido en la compra de armas, el entrenamiento de oficiales y soldados y otras actividades.

La formación de militares no puede ser objeto de un rechazo si es realizado para enfrentar a un enemigo que amenaza a Panamá. Pero el país no tiene enemigos, tenemos relaciones normales con nuestros vecinos y, lo más importante, no existen grupos insurgentes en el país. Entonces ¿al servició de quién están los militares que guardan nuestras fronteras y nuestras costas? La respuesta es sencilla: Es parte de la política exterior de EEUU de construir una red de bases a escala mundial para resguardar lo que llama su seguridad nacional.

En 1946 cuando terminó la II Guerra Mundial, EEUU le pidió a Panamá que nombrara a un militar como jefe de la Policía Nacional. Así llegó el entonces capitán José A. Remón a la cima del poder militar como peón de lo que sería el Comando Sur norteamericano acantonado en el Istmo. Remón después fue Presidente de la República y creó la Guardia Nacional que en 1968 dio el golpe militar.
¿Será casualidad que entre las primeras medidas del presidente Varela fue encumbrar a un militar como jefe de la Policía Nacional? Más bien parece que fue producto de una solicitud de EEUU que dio un paso en firme en la militarización de la Policía Nacional. Otro elemento que tampoco es casualidad es mantener en sus cargos a los jefes del Servicio de Fronteras (SENAFRONT) y del Servicio Aeronaval (SENAN), instituciones militares.

Las contradicciones afloraron inmediatamente. El presidente Varela anunció que trasladaría 1000 efectivos del SENAFRONT a fortalecer a la Policía comunitaria de las ciudades de Panamá y Colón. Medida que es urgente ante el estado de abandono en que el gobierno pasado tenía a las ciudades terminales. Pero, su ministro de Seguridad Pública dijo pocos días después que trasladaría un fuerte contingente de soldados a la frontera con Colombia. Incluso, insinuó que su misión sería colaborar con el Ejército de Colombia (y de paso con EEUU). Para saber cuáles son los planes del nuevo gobierno en materia de lo que llaman ‘seguridad nacional’, los panameños tenemos que consultar al Comando Sur de EEUU.

La relación con EEUU es asimétrica. En los últimos quince años nos han tapado con ‘acuerdos’ que nos imponen como si fueran parte de nuestro orden jurídico. Washington interpreta estos documentos que salen de su Embajada en Panamá de acuerdo con cada coyuntura. Obliga a Panamá a ceder su soberanía y pone a nuestros ‘soldados’ al servicio de sus intereses, abandonando los objetivos que señala claramente la Constitución de la República.

Hemos planteado que en Panamá no habrá democracia si seguimos sometidos a los intereses de un Ejército extranjero. También hemos señalado que un gobierno militar es por definición contrario a la democracia.

3 de julio de 2014.