La ciudad de los pobres fue el título de un libro
publicado por el sociólogo Raúl Leis en 1979. Pocos años después Alvaro Uribe,
arquitecto y urbanista, daría a conocer su libro La ciudad fragmentada.
Ambos títulos se referían a la ciudad de Panamá, las terribles contradicciones
y las desigualdades sociales que la caracterizan. Además, estos autores y
otros, presentan los mecanismos mediante los cuales unos pocos especuladores
(banqueros, comerciantes y políticos) se organizan para convertir la capital en
una “vaca lechera” que da grandes dividendos.
La ciudad de Panamá, ubicada en el distrito del mismo
nombre, tiene una población de 600 mil habitantes. Los distritos de Panamá y
San Miguelito que forman el área Metropolitana tienen una población que rebasa
el millón de habitantes. La ciudad y sus áreas colindantes crecen en el marco
de una lógica caótica que sólo se entiende si se observa como los especuladores
se hacen millonarios en períodos muy cortos.
Leis lo planteaba en forma muy acertada: Mientras más pobres
hay en la ciudad, más oportunidades hay de corromper todas las instancias
gubernamentales y acumular enormes fortunas. Uribe era aún más concreto: El
crecimiento de la ciudad valoriza las tierras y quienes son dueños de las
mismas se convierten en millonarios rapidamente.
Desde la fundación de la República (1903) la política en
torno a la ciudad de Panamá ha tenido como objetivo único enriquecer los grupos
que monopolizan las tierras urbanas y controlan las políticas públicas. Quizás
la única excepción fue el presidente Belisario Porras (1912-1924) quien
urbanizó La Exposición y Bella Vista.
El problema no es reconstruir la historia. Es cierto, hay
que denunciar ese pasado corrupto, al servicio de especuladores, en combinación
muchas veces con el crimen organizado. Más importante, sin embargo, es aclarar
el presente para definir políticas hacia el futuro. En la actualidad, la ciudad
de Panamá se encuentra pasando por un período de transformaciones en su
infraestructura vial, de servicios y distribución demográfica.
Los 15 kilómetros del nuevo Metro revolucionaron el
transporte público en un sector vital de la ciudad. Pronto la segunda línea
cubrirá otros 21 kilómetros. Después sigue la Línea 3 con 28 kilómetros más.
Sin embargo, el Metro no está diseñado para contribuir a la solución de los
problemas estructurales del área metropolitana.
Los estudios se limitaron a la cuestión financiera. ¿Cuánto
puede generar esta inversión a corto y mediano plazos? No se planteó la
pregunta de ¿cómo podía la inversión de varios miles de millones de dólares
resolver los problemas urbanos y, sobre todo, como podía contribuir a mejorar
la calidad de vida de los panameños?
La ciudad de Panamá tiene una red vial desordenada y sin
aparente solución. Muchos urbanistas dicen que está colapsada. Esto se debe a
las políticas corruptas de beneficiar algunos pocos especuladores a costilla de
un millón de capitalinos. Las líneas del Metro podrían contribuir a solucionar
el desorden, sin embargo, las mismas tienen otra lógica.
Las autoridades anunciaron recientemente que habilitarán el
llamado ‘Corredor de los Pobres’ que va de Pedregal (en el este de la ciudad,
vecino de Tocumen y su aeropuerto internacional) a Chilibre (camino a la ciudad
de Colón), pasando por el norte del populoso distrito de San Miguelito. Con
esta válvula de oxígeno se aliviará un poco los problemas de quienes transitan
por ese sector.
Complementará la Línea del Metro y el Corredor Norte, así como
la avenida Domingo Díaz.
Pero el medio millón de habitantes que viven en esa área
seguirán sufriendo las consecuencias de una falta total de planificación y
orden urbano. Habrá más crimen organizado, inundaciones en la temporada de
lluvia, falta de transporte público, de servicios de aseo, de educación, salud
y vivienda.
La ciudad de Panamá no cuenta con aceras, avenidas,
alumbrado nocturno y, aunque parezca mentira, no tiene un sistema de numeración
de casas y edificios. Las autoridades se peguntan ¿para qué? Darle calidad de
vida a los ciudadanos asfixia a quienes hacen negocios.
Las autoridades pueden resolver el problema del ordenamiento
territorial de la ciudad de Panamá si leen a Leis y Uribe y se preocupan menos
de las ofertas deshonestas que están acabando con la capital. Con cinismo
hablan de turismo: Hace varias décadas destruyeron las playas sobre el
Pacífico. También barrieron con los manglares que drenaban las aguas producidas
por las lluvias y ofrecían albergue a una rica biodiversidad.
Marco A. Gandásegui, hijo
Marco A. Gandásegui, hijo