El
año escolar 2015 empieza con una de las crisis más impactantes en
infraestructura, problema histórico desde hace décadas. Hay planteles oficiales
que tendrán que ser demolidos debido a la inseguridad de sus instalaciones.
Además, la falta de agua, de mobiliario y la precariedad de las instalaciones
sanitarias y académicas desmotivan el aprendizaje.
El
incremento creciente de la matrícula oficial, sin planificación, trajo como
consecuencia la proliferación de escuelas rancho, indicador vergonzoso, porque
Panamá es uno de los países de la región con el mayor índice per cápita de
presupuesto en educación. Otra lectura del tema la advierten algunos gremios
docentes al aseverar que cerca del 90% de las escuelas no reúne las condiciones
mínimas para el aprendizaje, y muestran su disconformidad por la disposición
ministerial de otorgarle a las juntas comunales (estrictamente
político-partidistas) la responsabilidad de repararlas. La lejanía de los
planteles de difícil acceso complica la contratación de empresas que se dediquen
a estas labores en el escaso periodo y ante la burocracia que agudiza más la
situación.
Las
escuelas oficiales son, además, víctimas de vandalismo que de forma permanente
destruye sus instalaciones, sobre todo en lo concerniente a tecnología e
insumos. La disposición que penaliza estas acciones delictivas es antigua, pero
las autoridades educativas no proponen iniciativas legislativas para hacerle
frente con mayor rigor. Resultaría más económico que las instalaciones, sobre
todo las que poseen mayores insumos, fueran protegidas por agencias de seguridad
a tiempo completo.
Es
de prever que nos espera una ola de paros y movilizaciones de la comunidad que
reclamará su derecho a una educación digna, con suministro de luz, agua y
mobiliario escolar suficiente y moderno. Según estadísticas oficiales de 2010,
solo el 50% de las escuelas tiene acceso a luz eléctrica y agua potable. El
sitio web del Ministerio de Educación (Meduca) no dispone de datos actualizados
al respecto.
Una
política de mantenimiento ha estado ausente de los planes educativos, pese a la
existencia del Fondo de Calidad de la Educación. El subsidio escolar anual es
significativo, sin embargo, muchos directores no logran o no tienen la
disposición y/o suficiente capacitación para ejecutar el presupuesto. La
situación se agravó en el Instituto América, el José A. Remón Cantera, Richard
Neumann y la Escuela Profesional Isabel Herrera Obaldía, en estado casi de total
abandono. Un sentimiento de destrucción prevalece en un alto porcentaje de
estudiantes y la cultura de la irresponsabilidad se acrecienta, pues no se
responsabiliza a nadie por los daños.
Las
vacaciones escolares son ahora más reducidas e impiden el mantenimiento
oportuno. Burocracia, trámites administrativos complejos, reglamentos en
PanamáCompra, dificultan la ejecución de trabajos de reparación. El año escolar
en algunos casos bien pudiera prorrogarse un poco más, de forma que el Meduca
disponga de mayor tiempo para cumplir con su cometido. Hay que tomar decisiones
por muy dramáticas que resulten y prolongar el periodo escolar para que empiece
en mayo. Se destaca la falta de autoridad y la indiferencia de los profesores,
padres y madres de familia para que sancionen, de forma oportuna, y se obligue a
pagar los destrozos, de manera que se proteja la alta inversión en mobiliario y
equipo. Solo así se logrará que las escuelas sean primero y que Panamá ocupe un
sitial educativo.