Por: Manuel Orestes Nieto.
I.
Dos grandes avenidas trazan la vida pública y política del
general Torrijos.
La primera es haber liderado con éxito el proceso de
negociación con los Estados Unidos para que Panamá recuperara el Canal,
desapareciera la zona ocupada y al integrarse todo el territorio completar la
soberanía plena en nuestra patria.
A Omar Torrijos le corresponde el mérito indiscutible de ser
protagonista principal de quebrar el colonialismo en nuestro país, recogiendo
los anhelos de todas las generaciones del siglo XX. Esa victoria histórica se
traduce hoy en el Canal panameño, sin injerencias extranjeras ni
bases militares y con ingresos económicos sustancialmente crecientes.
La otra vertiente de su liderazgo es la social: la concepción
de un país con equidad, justicia, riqueza compartida y con oportunidades para
los panameños a educarse, tener salud, vivienda, tierra propia, y dignidad
humana. No hay duda que comprendiendo el
carácter plural de la sociedad panameña, las desigualdades inadmisibles y el
contrapeso necesario para una convivencia pacífica y humana, sin explotación ni
exclusiones, lo llevó a estar del lado de los humildes de Panamá.
Sin embargo, con su muerte el país justo no pudo verlo
realizado, aún no lo es y tiene que culminarse como lo más conveniente para el
pueblo de Panamá..
Somos uno de los países con mayor desigualdad del continente
y los estragos de la pobreza, marginalidad y problemas básicos de la población
no solo no han sido resueltos, sino que de manera profundamente injusta se han prolongado
en el tiempo.
Decenas de miles de panameños no tienen agua potable ni tampoco
todos tienen al alcance un centro de salud, un hospital y medicinas aseguradas. La capital del país
es un amargo contraste de la riqueza concentrada y el colectividades que viven
en condiciones infrahumanas. El sistema
educativo colapsó hace décadas y tiene que ser reemplazado por un sistema
nuevo, de calidad educativa y de inclusión plena.
Omar Torrijos condujo a la nación a otro estadio de su
historia, dejamos de ser un país colonizado y se acabó lo que llamó la Quinta
Frontera. Concibió claramente que había
un país posible que construir, enarbolando la bandera de la cuchara y del
alfabeto, una vez resuelta la aberración
de la ocupación extranjera.
Después de 34 años de su muerte y unos 40 de su gestión como
Jefe de Gobierno, las generaciones de esos años muchos son ya abuelos.
A Omar en todo el país se le aprecia y respeta, en caseríos
y campos remotos está vivo su recuerdo y su presencia. Vivió entre su pueblo y es el grande
estadista que ha dado Panamá.
Omar Torrijos está en la memoria y en la historia; en cada
trocha que abrió en la batalla contra el subdesarrollo y en la cordillera hacia
Coclesito.
Hay quienes le odian con sus vísceras, con sus enconos, pero
es imposible sostener que de lo que llaman “la dictadura” se haya producido uno
de los éxitos patrióticos más trascendentes de nuestra vida como nación. Se coronó una parte importante de nuestra
independencia; y por ello, Torrijos fue un patriota.
Los intentos perversos de borrar su memoria se estrellan
ante una realidad que no puede ser manchada.
Les guste o no, haya sido su obsesión, Panamá tiene en Omar Torrijos a
una de sus figuras más estelares y brilla con luz propia su obra y la magnitud
de su aporte a la construcción del país.
Antes de Torrijos fuimos un protectorado maquillado con las
entrañas secuestradas, después de Torrijos comenzamos el camino de la nación
autodeterminada y soberana.
Su ideario además de ser un pensamiento organizado y
extraído de la realidad es un llamado para la acción de un país en busca de mejores
días, destruir los males sociales que perturban y excluyen a la gente de los
elementales derechos a vivir con dignidad y oportunidades.
Las jóvenes generaciones no tienen una imagen acabada de
cuán importante fue Omar e incluso es confusa y difusa. Eso no está bien. No es correcto, y todos tenemos
responsabilidad en que seres ejemplares como él y muchos otros panameños
patriotas, iluminen el presente y el futuro de Panamá.
Hay una extensa bibliografía, documentos e imágenes que
evidencian y permiten valorar la obra de Omar.
Del Omar de la patria profunda, del Omar que el mundo conoció por sus
empeños para que se le hiciera justicia a un país pequeño por el Canal. Hay cientos de ensayos sobre su legado y su vida;
de sus colaboradores, de especialistas en diversos campos. Están sus mismos
escritos, sus intervenciones públicas, como por ejemplo la del Consejo de
Seguridad; sus notables discursos en la Plaza Cinco de mayo, en la Asamblea de
Representantes de Corregimientos, sus rendiciones de cuentas sobre las
negociaciones canaleras; sus conceptos vertidos una y otra vez sobre los grandes
temas nacionales del desarrollo y vencer el atraso en el país; escritos formales
como “Ideas en borrador”, “La Línea”, “Soy un soldado de América Latina”. Están
los llamados “Partes del general”, que escribía en su recorrido mundial buscando
apoyo a la causa panameña y se publicaban en la prensa nacional; Está la
fabulosa entrevista que el periodista colombiano Fernando Pacheco le hiciera. Esta
su ideario, compilado al año de su muerte por José de Jesús Martínez –Chuchú-
quien fue un intelectual extraordinario, poeta, quien fue una especie de
secretario personal y formalmente miembro de su escolta. La revista Lotería que editó y reeditó dos tomos donde más de
cincuenta personalidades públicas se refieren a su figura y obra. Esta su voz y están videos de muchas horas de
duración. Están también libros y
artículos de autores extranjeros y memorias hechas por estadounidenses
relativas al tema de las negociaciones, cientos de crónicas de periodistas de
América Latina y ensayos valiosos de autores nacionales. Y está en la memoria de muchos panameños que
no se creen en el cuento del tirano asesino que intentan patentar en las
páginas de la historia.
De modo que Omar no es invisible como algunos quisieran que
fuera; ocupa un lugar cimero y eso no se lo puede regatear nadie.
Y observemos que mientras haya panameños en la miseria, en
la indigencia y en la pobreza, su ideario aún tiene mucho que hacer en este
país. Es el país que tendrá que llegar, con
soberanía social; el país de todos aún no ha sido conquistado como si se pudo izar
nuestra bandera en el Canal.