domingo, 24 de mayo de 2015

¿Cómo reproducimos la cultura del capital?

En el artículo anterior –La cultura capitalista es anti-vida y anti-felicidad– intentamos, teóricamente, mostrar que la fuerza de su perpetuación y reproducción reside en la exacerbación de un aspecto de nuestra naturaleza, que consiste en el afán de autoafirmarse, de fortificar el propio yo para no desaparecer o ser engullido por los otros. Pero difumina e incluso niega el otro aspecto, igualmente natural, el de la integración del yo y del individuo en un todo, en la especie, de la cual es un representante.
Sin embargo no es suficiente detenernos en este tipo de reflexión es insuficiente. Junto a ese dato originario existe otra fuerza que garantiza la perpetuación de la cultura capitalista. Es el hecho de que nosotros, la mayoría de la sociedad, internalizamos los “valores” y el propósito básico del capitalismo, que es la expansión constante del lucro, que permite un consumo ilimitado de bienes materiales. Quien no tiene, quiere tener, quien tiene quiere tener más, y quien tiene más dice: nunca es suficiente. Y para la gran mayoría, la competición y no la solidaridad y la supremacía del más fuerte prevalecen sobre cualquier otro valor en las relaciones sociales, especialmente en los negocios.
La llave para sustentar la cultura del capital es la cultura del consumo, de la permanente adquisición de productos nuevos: un teléfono móvil nuevo con más aplicaciones, un modelo más sofisticado de ordenador, un estilo de zapatos o de vestido diferentes, facilidades de crédito bancario para posibilitar la compra-consumo, aceptación acrítica de las propagandas de productos etc.
Se ha creado una mentalidad donde todas estas cosas se dan por naturales. En las fiestas entre amigos o familiares y en los restaurantes se consume hasta hartarse, mientras al mismo tiempo las noticias hablan de millones de personas que pasan hambre. No son muchos los que se dan cuenta de esta contradicción, pues la cultura del capital educa para verse primero a sí mismo y no preocuparse de los demás y del bien común. Este, ya lo hemos dicho varias veces, vive en el limbo desde hace mucho tiempo.
Pero no basta atacar la cultura del consumo. Si el problema es sistémico, tenemos que oponerle otro sistema, anticapitalista, antiproductivista, anticrecimiento lineal e ilimitado. Al TINA capitalista (there is no alternative): «no hay otra alternativa» tenemos que contraponer otra TINA humanista (there is a new alternative): «hay una nueva alternativa».
Por todas partes surgen brotes alternativos de los cuales cito solo tres como ejemplo: el “bien vivir” de los pueblos andinos, que consiste en la armonía y el equilibrio de todos los factores en la familia, en la sociedad (democracia comunitaria), con la naturaleza (las aguas, los suelos, los paisajes) y con la Pachamama, la Madre Tierra. La economía no se guía por la acumulación sino por la producción de lo suficiente y decente para todos.
Segundo ejemplo: se está fortaleciendo cada vez más el ecosocialismo, que no tiene nada que ver con el socialismo una vez existente (que era en verdad un capitalismo de Estado), sino con los ideales del socialismo clásico de igualdad, solidaridad, subordinación del valor de cambio al valor de uso, con los ideales de la moderna ecología, como ha sido excelentemente presentado entre nosotros por Michael Löwy en Qué es el ecosocialismo (Cortez 2015) y por otros en varios países, como las contribuciones significativas de James O’Connor y de Jovel Kovel. Ahí se postula la economía en función de las necesidades sociales y de las exigencias de la protección del sistema-vida y del planeta como un todo. Un socialismo democrático, según O’Connor, tendría como objetivo una sociedad racional fundada en el control democrático, en la igualdad social y en el predominio del valor de uso. Löwy añade aún «que tal sociedad supone la propiedad colectiva de los medios de producción, un planeamiento democrático que permita a la sociedad definir los objetivos de la producción y las inversiones, y una nueva estructura tecnológica de las fuerzas productivas» (op.cit. p.45-46). El socialismo y la ecología comparten los valores cualitativos, irreductibles al mercado, como la cooperación, la reducción del tiempo de trabajo para vivir el reino de la libertad de convivir, de crear, de dedicarse a la cultura y a la espiritualidad y a recuperar la naturaleza devastada. Este ideal está en el ámbito de las posibilidades históricas y orienta prácticas que lo anticipan.
Un tercer modelo de cultura yo la llamaría la “vía franciscana”. Francisco de Asís, actualizado por Francisco de Roma es más que un nombre o un ideal religioso; es un proyecto de vida, un espíritu y un modo de ser. Entiende la pobreza no como un no tener sino como capacidad de desprenderse siempre de sí mismo para dar y dar, la sencillez de vida, el consumo como sobriedad compartida, el cuidado de los desvalidos, la confraternización universal con todos los seres de la naturaleza, respetados como hermanos y hermanas, la alegría de vivir, de danzar y de cantar hasta cantilenae amatoriae provenzales, cantares de amor. En términos políticos sería un socialismo de la suficiencia y de la decencia y no de la abundancia, por lo tanto, un proyecto radicalmente anti-capitalista y anti-acumulador.
¿Utopías? Sí, pero necesarias para no hundirnos en la crasa materialidad, utopías que pueden volverse una referencia inspiradora después de la gran crisis sistémica ecológico-social que vendrá inevitablemente como reacción de la propia Tierra que ya no aguanta tanta devastación. Tales valores culturales sustentarán un nuevo ensayo civilizatorio, finalmente más justo, espiritual y humano.

miércoles, 20 de mayo de 2015

Las razones de Victoriano Lorenzo.

Por Olmedo Beluche - Extracto de Tesis Doctoral.

Entre 1821 y ladécada de 1850, el estado colombiano dictó innumerables leyes y decretos que reglamentaban la imposición de contribuciones. Muñoz Pinzón lista más de media docena de leyes expedidas sobre el tema de los impuestos que se aplicaron el Istmo, entre ellas: "el impuesto a la sed" (a los aguateros), al papel sellado, correos, sobre tonelaje de carga en barcos, registros documentales e hipotecarios, al comercio, a la actividad pecuaria (cinco centavos anuales por cada res y un peso por cada res consumida, 50 centavos por cada cerdo u oveja, ley de 17/10/1855), las salinas, "remate de paso" (por los ríos Santa María y La Villa), etc.[i] Las cuantiosas cargas fiscales del imperio colonial español ya habían sido motivo de descontento durante el siglo XVIII en muchos lugares de América convirtiéndose en un aliciente de los movimientos independentistas. 
En el período colonial el impuesto que principalmente pesaba sobre las personas era el diezmo, literalmente se pagaba el 10% de los ingresos anuales. Originalmente, al inicio de la Edad Media europea, fue un impuesto que cobraba la Iglesia católica, pero en el siglo XVIII pasó a ser administrado por funcionarios de la Corona. Durante los primeros años de la Independencia lo siguieron cobrando funcionarios del Estado, que eran los mismos terratenientes[ii], aunque cabe preguntarse respecto a la eficacia de este cobro y qué porcentaje de la población realmente lo pagaba, especialmente en los campos. En un intento de modernización de las cargas fiscales fue sustituido el diezmo por dos son las contribuciones que pesaron más contra los campesinos: la contribución directa (1821) y la contribución personal de indígenas (1825). La contribución directa consistía en el pago de 20 pesos anuales por persona, pagadero en efectivo o con trabajo (equivalente a 7 días por año), aplicable a los vecinos varones del municipio, con una lista confeccionada por las autoridades locales. 
El hecho de que, a mitad del siglo XIX, este impuesto constituía el principal ingreso de las administraciones provinciales se prestó para abusos por parte de los recaudadores locales, los regidores y los alcaldes quienes además tenían la potestad de imponer multas adicionales, que aumentaron el descontento, principalmente en la península de Azuero. El otro aspecto que contribuyó a la cruenta guerra civil que fue creciendo a lo largo del siglo XIX, que adquiriría una dimensión particular en la Guerra de los Mil Días en el campo panameño, fue el robo de tierras de los resguardos y tierras particulares de indígenas por parte de los terratenientes, así como los abusos reiterados de las autoridades locales para imponer la contribución personal indígena, consistente en una serie de trabajos forzosos para beneficio municipal o de los hacendados. 
Mario Molina Castillo explica que: “Luego de la Independencia de Panamá de España en 1821, se mantuvo un sistema colonial en las tierras de producción de los pueblos indígenas como Bugaba, Boquerón, San Pablo, Dolega, Gualaca, a los que se llamaba “El Común”; terrenos cultivados de maíz y plátano por las comunidades reducidas, desde el siglo XVIII.”[iii] Durante la segunda mitad del siglo XIX empezó el sistemático proceso de desalojo de estas comunidades indígenas y de despojo de sus tierras comunes a manos de los terratenientes ganaderos, según Molina. Ese proceso que muy bien describe Molina para Chiriquí se repitió a lo largo del Istmo. Este otro tipo de abusos tuvo su región de conflicto en lo que se conoce como Coclé, cuyas dimensiones llegaban hasta Capira, hoy en la provincia de Panamá Oeste. Como ya hemos consignado anteriormente, Coclé, y particularmente Penonomé, constituyó la primera región en que tuvo relativo éxito el proceso de sometimiento de la población indígena y de aculturización, atrayéndolos a asentarse en poblados indígenas cercanos a poblados españoles para que fueran mano de obra disponible a lo largo de los siglos XVI y XVII. Pero también hemos visto que la ida al "interior" de los criollos panameños, a lo largo del siglo XVIII, tuvo en Penonomé uno de sus lugares de asentamiento, desplazando a la población indígena o "chola" hacia la cordillera. Este proceso de desplazamiento y expropiación de tierras ejidales y particulares continuará a lo largo del siglo XIX y derivará en la guerra campesino indígena liderada por Victoriano Lorenzo. 
Antes de describir las pequeñas guerras campesinas que asolaron al sector agrario panameño, conviene tener presente que los conflictos de clase a lo largo de la centuria, a veces se presentaron directamente como luchas contra los impuestos y los abusos, como en Azuero en 1856; pero muchas veces se presentaron revestidos de un cariz político que lo encubría y del que algunos historiadores parecen no percatarse. Por ejemplo, el valioso estudio de Armando Muñoz Pinzón, que hemos citado, demuestra que el grave conflicto de 1854, mediado incluso por asesinatos, que aparentemente es una disputa por el control de la Gobernación de la recién creada provincia de Azuero, entre las familias Goytía y Guardia, en realidad esconde un conflicto clasista entre latifundistas y minifundistas. 
El sociólogo Milciadez Pinzón, realiza una interesante síntesis de la variedad de interpretaciones que a lo largo del tiempo han tenido los conflictos agrarios de la década de 1850 en aquella región: 1. Empieza con Juan B. Sosa, quien solo visualiza un conflicto entre familias; 2. Para Rubén Carles O., se trató de un conflicto entre liberales y conservadores; 3. Es Hernán Porras el primero en percibir un conflicto de clase entre terratenientes y minifundistas; 4. Según Milciades Pinzón el estudio de Armando Muñoz es un salto hacia la precisión pues incorpora el conflicto de clase en el sentido del descontento popular con los impuestos; 5. Finalmente, menciona la interpretación de Marco Gandásegui, para el cual el detonante de la crisis es la competencia por el mercado de la zona de tránsito entre formas de producción distintas Veraguas vs Azuero[iv]. 
Lo que es más evidente hoy en día, es que las diversas guerras civiles entre liberales y conservadores, de las que hubo muchas en el siglo XIX panameño, en el campo expresaban un conflicto entre dos clases: los terratenientes y ganaderos sostenedores del bando conservador, aliado a los conservadores del resto de Colombia de manera consecuente, identificado con las familias Fábrega, De la Guardia, Guardia; y el pequeño campesino precarista, siempre vinculado al bando liberal, identificado por líderes como los Goytía, Porras y Victoriano para los indígenas. Sin embargo, el problema se vuelve complejo desde el punto de vista del programa liberal hispanoamericano y colombiano del siglo XIX, porque como bien señala Jorge Conte-Porras[v], a partir de la década del 50 éstos intentaron traspolar ideales europeos sobre una realidad distinta en América, con lo cual los resultados fueron desastrosos o contrarios al objetivo. 
Por ejemplo, el intento de copiar el modelo francés de reforma agraria (que eliminó el latifundio francés entregando parcelas a los pequeños campesinos) en nuestro continente significó expropiar tierras colectivas de Resguardos indígenas y ejidos municipales que, a la postre acabaron en manos de los latifundistas. Otro tanto sucedió con la expropiación de las enormes tierras de la Iglesia Católica que fue a parar a los terratenientes fortaleciéndolos. En el plano de los impuestos, el ideal de la descentralización política y el federalismo los llevó a entregar su administración y cobro a los Cabildos y autoridades locales, lo cual fue contraproducente, y empeoró las injusticias contra los campesinos pobres. Por eso, en términos generales el programa liberal fracasó en Colombia y el resto de Hispanoamérica, transformándose en un beneficio para los enemigos de la causa liberal. Ahora bien, estas contradicciones no impidieron que las demandas del campesino pobre, así como de los artesanos y pobres urbanos, encontraran siempre cobijo bajo la bandera liberal, y para nada bajo la de los conservadores, a quienes veían como enemigos de clase y políticos. 
Las principales figuras populares del siglo XIX panameño, todas fueron liberales: Pedro Goytía y después Demetrio Porras, representantes del minifundio de Azuero; Victoriano Lorenzo, representante de los indígenas, cholos y campesinos pobre de la cordillera coclesana; Buenaventura Correosos, representante del arrabal de Santa Ana en la ciudad de Panamá. Veamos la lista de los conflictos y guerras civiles que asolaron el campo panameño a lo largo del siglo XIX que hemos podido recabar: 1. Como antecedentes, en el siglo XVIII, están las incontables sublevaciones y resistencias del pueblo Kuna, en las dos vertientes del Darién, los cuales no pudieron ser "pacificados" a lo largo del período colonial; en ese mismo siglo, las varias revueltas de diversos pueblos indígenas de la región de Chiriquí y Veraguas, que abandonaban y saqueaban las reducciones en las que aparentemente habían sido "pacificados", en 1783 en Bugaba, 1788 en Tolé, 1805 en Santa Fe[vi] 2. En el siglo XIX, la primera sublevación del campesinado azuerense es el "Grito de Independencia de La Villa de Los Santos", del 10 de noviembre de 1821. Hecho que la historia oficial vincula a "sentimientos patrióticos", pero cuyo móvil real e inmediato fue el descontento del campesinado pobre contra el avituallamiento forzoso del ejército español cada vez que marchaba a combatir a los independentistas en Sudamérica. 
El historiador Alfredo Castillero C. aporta nueva información que permite establecer que, en octubre de 1821, el capitán general Mourgeon impuso las últimas contribuciones forzosas de ganado y otros bienes de las cofradías, antes de partir con su ejército hacia Ecuador. El descontento campesino que esto produce da lugar a una proclama del natariego Francisco Gómez Miró seguida del pronunciamiento del Cabildo de Los Santos dirigido por Segundo Villamil, y es lo que explica que aquella región fuera la vanguardia en la independencia panameña[vii]. 3. En 1827, en Los Santos, se produce una sublevación de 300 campesinos contra el pago de impuestos, según recoge el general bolivariano O'Leary en sus Memorias, las cuales cita Armando Muñoz Pinzón[viii]. 4. En 1851 y1852 se repiten disturbios en los departamentos de Herrera y Los Santos cuando la Cámara Provincial , mediante ley de 22 de abril de 1850, había sustituido el diezmo por la contribución directa[ix]. 5. En 1854, se produce el conflicto por el control de la gobernación de la provincia de Azuero (creada en 1850), que comprendía los departamentos de Herrera y Los Santos. Aparentemente se basó en un acuerdo político, el gobernador José A. Sáez(liberal), y el vicegobernador Agustín Chiari (conservador). Pero ante un cáncer terminal que padecía el gobernador, el bando liberal decide remover a Chiari para imponer a Pedro Goytía (liberal) para que dirija de hecho la gobernación. Los conservadores, con el apoyo del gobernador de Veraguas, Fábrega, deciden o ponerse a la maniobra, intentan asesinar a Pedro Goytía, y luego son heridos dos funcionarios conservadores. 
En julio de 1854 se produce una invasión de 90 hombres procedente de Veraguas, que toma Parita pero es derrotada en las márgenes del río La Villa por campesinos armados en número de 400. Durante varias semanas se teme una invasión azuerense hacia Veraguas, pero ésta no se produce. Goytía es separado del cargo y, finalmente, desde Bogotá, el presidente encargado José de Obaldía, por iniciativa el senador conservador panameño, Santiago de la Guardia, decretan la supresión de la provincia de Azuero, entregando Herrera a la jurisdicción de Veraguas, y Los santos a la de Panamá[x]. 6. En 1856, durante varios meses se suceden incidentes y rebeliones en los pueblos de la península de Azuero. La primera explosión popular sucede el 19 de enero, cuando una multitud de cien campesinos armados rodea la casa del prefecto de Pesé, José I. Rosa, para "que no se pagasen las contribuciones que estaban mandadas a cobrar; que solo estaban prontos a pagar diezmos y primicias..."[xi]. El movimiento se extendió a la vecina Ocú y a Parita, lugar este último donde la comunidad emitió un "Pedimento del Pueblo" que, entre otras cosas dice:"...Que ciendo estos pueblos desgraciados de pobresa y ciendo tantas las contribuciones del Estado, muy ecsorbitantes i los indicados pueblos no resisten las referidas contribuciones,..., salvandose algunos individuos de regular fortuna de la contribucion del estado, que de estos salga la contribucion" [xii] 
El Pedimento del pueblo de Parita es claro, no sólo las contribuciones son elevadas para sus capacidades, sino que hay individuos pudientes que escapan a su pago por ser allegados a las autoridades. El 27 de enero, en Pesé, el pueblo detuvo y golpeó a todas las autoridades locales y saqueó la casa del cura José María Franco el cual era terrateniente, activista político y aliado de los Guardia y los Fábrega de Veraguas. La alarma cunde entre los latifundistas de Santiago, quienes llaman al vicegobernador del Estado Federal de Panamá, Francisco de Fábrega, para que se apersone con una fuerza represiva desde la ciudad de Panamá antes que el movimiento se extienda, pues provenían ecos de descontento de la región de Chiriquí y en la misma Veraguas, en San Francisco. Fábrega llega con una numerosa tropa a Montijo el 4 de febrero y desde allí organiza una expedición punitiva que llega a Ocú y Pesé el 20 de febrero y a Los Santos el 22. Sin embargo, la actitud de los habitantes fue la de no confrontar alejército del Estado, sino huir a los campos. Por ello, desde Los Santos el oficial Gil Colunje emite un informe en que se ufana de sofocar la rebelión "...sin disparar un fusil..."[xiii]. Pese a que el historiador Armando Muñoz P., al inicio del capítulo que narra la sublevación de 1856 ha destacado que en los manifiestos de los campesinos no hay ninguna mención a bandos políticos, sino al tema de los impuestos, las autoridad es conservadoras enseguida culparon de lo sucedido a Pedro Goytía y sus huestes, como bien remarca en el siguiente capítulo. Así que el conflicto sí queda teñido por la lucha liberal - conservadora sobre todo en los juicios posteriores que se siguieron y en los que Goytía pagó con prisión y destierro[xiv]. Justamente, el 20 de marzo, estalla una nueva asonada en Los Santos por la detención y deportación de Pedro Goytía hacia la ciudad de Panamá. 
El 5 de abril 100, hombres armados rodean la casa del prefecto Villamil en Los Santos y se produce un tiroteo de 2 horas. El 27 de abril, es asesinado en el caminos entre Chitré y Los santos el agente fiscal José del C. Ríos. El 25 de mayo, para tratar de calmar los ánimos el Cabildo de Los Santos emite un decreto reglamentando el cobro de la contribución directa de manera proporcional, desde 5 céntimos el menos pudiente hasta 3 pesos fuertes[xv]. Pese a ello, entre julio y agosto se produce una nueva revuelta en Pedasí, donde los campesinos se oponen a pagar impuestos. Aunque el historiador presenta como un hecho disociado, nos parece que tiene relación directa con la revuelta campesina el asesinato del cura José María Franco en Macaracas, el día9 de septiembre de 1856. Ese día, un grupo de campesinos dirigidos por Celedonio Castro se presentó a la iglesia donde esta oficiando el cura Franco, lo arrestó, lo condujo a la cárcel del pueblo, donde fue puesto en el cepo y luego asesinado a tiros. Las investigaciones presentaron el hecho como una venganza personal, por el cobro de una deuda, pero la historia personal del cura y que tuviera que huir al inicio de la sublevación relacionan su muerte con el descontento generalizado contra los latifundistas [xvi]. 7. 
En 1858,aunque el reglamento del Cabildo de Los Santos de mayo de 1856 parecía haber calmado los ánimos, Armando Muñoz P. reseña un tumulto de campesinos que atacan al alcalde y al tesorero por el tema de los impuestos en la zona de Macaracas [xvii]. 8. La crisis de1860 a 1862, guerra liberal - conservadora de amplias repercusiones en Panamá que Jorge Conte-Porras aborda en mucho detalle, ya que el conflicto se extiende en el Istmo porque acá el gobierno conservador de Santiago de la Guardia procuró preservarse mientras los liberales asumían el poder en toda Colombia (Convenio de Colón)[xviii]. Lo interesante para el tema que nos ocupa es: 1. Que en la provincia de Coclé surge un liberalismo, encabezado por Isaacs Fernández Feo, que cuestiona el poder conservador de la familia latifundista de la región, lo De la Guardia; 2. Que José Joaquín Mosquera, presidente y cabeza del liberalismo colombiano, tuvo como eje de su gobierno el tema agrario, decretando el 20 de julio de 1861 la expropiación de los bienes de manos muertas en poder de la Iglesia y la devolución de las tierras de los Resguardos indígenas que habían sido apropiadas por los terratenientes ganaderos. Derrotado el conservador Santiago de la Guardia y restaurado el gobierno liberal en el Istmo, empezaron las quejas de los terratenientes, como el propio José de Obaldía, denunciaba ser "despojado" de sus hatos ganaderos por los campesinos indígenas que se amparaban en las leyes dictadas por Mosquera. 
Es interesante hacer notar que en esta fase, hubo quejas hasta de los propios liberales terratenientes, como el mismísimo Pedro Goytía que, de líder de las masas desamparadas de Azuero, ahora se quejaba de las expropiaciones lanzadas por Mosquera[xix]. Sin embargo, el poder liberal duró poco en el Estado de Panamá, ya que mediante una maniobra en el Cabildo se autoproclamó presidente el conservador Gil Colunje en 1865, ordenando acciones punitivas contra los liberales insurrectos en la zona de Coclé. De manera que, un año después campesinos de Penonomé se quejaban mediante nota de los atropellos del Prefecto José Arjona. Las medidas progresistas de Mosquera y los liberales finalizaron cuando Rafael Núñez, mediante una alianza de liberales moderados y conservadores, crea el movimiento de La Regeneración y, entre otras medidas, restituye a la Iglesia sus propiedades y prerrogativas. 9. Toda la década de 1890 está plagada de reclamos de las comunidades indígenas de Coclé contra los abusos de las autoridades especialmente en la imposición de trabajos forzados e ilegales. Conte-Porras cita una carta del obispo Fermín Jované (1890) que, prueba que está al tanto del problema, lo que no significa que haya hecho nada al respecto; un Memorial (30/1/1891) firmado por cien indígenas de Penonomé, entre ellos Victoriano Lorenzo, quejándose contra los abusos del regidor de Capira Pedro Hoyos obligándoles a pagar tributos a ese distrito cuando ellos vivían fuera de su jurisdicción; otra nota de los indígenas al obispo de Panamá sobre el mismo asunto; y otra de 1897 dirigida al Secretario de Gobierno de Colombia. 
De manera que, cuando el 23 de julio de 1891, se suscita el conocido incidente en que elregidor de la Trinidad y El Cacao, Victoriano Lorenzo, mata en defensa propia al regidor de Capira Pedro Hoyos, estamos ante un hecho que parece aislado, pero que es un reflejo de una cadena de injusticias. Todos sabemos que Lorenzo purgó 9 años de cárcel sin que ninguna autoridad de las que estaba informada de la situación hiciera nada por defenderlo, igual que sucedería en 1903 cuando fue fusilado. 10. La cadena de hechos escritos abona el terreno para la explosión social que fue la Guerra de los Mil Días. De modo que, cuando esta estalla, el caudillo liberal azuerense, Belisario Porrras podía pensar: "¿Cómo no debían tener esos indios hambre de reparaciones? Son una raza de proscritos en la cordillera, a donde los arrincona cada día más la codicia torpe de la autoridad de nuestra tierra. Claro está que siendo ellos así, y nosotros descastados y filibusteros sin patria, había cierta similitud en nuestra común desgracia y bien podíamos hacerlos de nuestra propia mesnada"[xx]. No vamos a detenernos en cómo se desarrolló la guerra, pues no es nuestro tema. Baste clarificar aquí que, en un artículo [xxi] hemos desarrollado la tesis de que la Guerra de los Mil Días tuvo en el Istmo de Panamá, dos fases: la primera, sintonizada políticamente con las demandas del liberalismo colombiano contra el gobierno de La Regeneración, que llega hasta la derrota del Puente de Calidonia (24 de julio de 1900); la segunda, que empieza la guerra indígeno-campesina contra los terratenientes, cuando Victoriano Lorenzo es nombrado general por 500 pobladores indignados por la quema de El Cacao, la destrucción de los cultivos y la violación de las mujeres (20 de octubre de 1900). "Victoriano Lorenzo abre la campaña contra el Gobierno por el saqueo del caserío de El Cacao. 
No habla de liberalismo y conservatismo. Es la lucha de los campesinos recluidos en las montañas que sufren la carga de los impuestos (incluyendo los diezmos y primicias), la escasez de alimentos y los ultrajes de las autoridades y de arrogantes oficiales militares"[xxii]. Desde octubre de 1900 llevó la guerra a los terratenientes de Penonomé, cercando la ciudad y postrándola de hambre, sumando al campesinado de toda la región y aislando al gobierno conservador de la ciudad de Panamá del interior. Así se desarrolló la Guerra hasta que, en noviembre de 1902, los liberales y conservadores de Panamá firmaron el Tratado del Wisconsin, por obligación impuesta por Estados Unidos para finiquitar las negociaciones sobre el canal, sin resolver ninguna de las demandas campesinas e indígenas.
Norteamericanos, autoridades y civiles conservadores, y los mismos liberales moderados veían en Victoriano un peligro que podía echar por tierra sus aspiraciones a un acuerdo canalero. Por esa razón fue traicionado por los dirigentes liberales, detenido desde noviembre de 1902, enjuiciado sumariamente cuando la negociación canalera estaba en su apogeo y fusilado sin poder defenderse el 15 de mayo de 1903. 

El final de la religión tal como la conocemos: por qué las iglesias no pueden seguir ocultando la verdad. Entrevista.

Andrew Aghapour entrevistó al filósofo norteamericano Daniel Dennett para la revista Religion Dispatches.

Si Daniel Dennett es algo, es el campeón de los hechos. El eminente filósofo de la ciencia es un abogado del empirismo puro y duro, y en su calidad de prominente cabeza del llamado Nuevo Ateísmo aboga por explicaciones naturalistas de la religión. Dennett es también el co-autor (con Linda LaScola) de la reciente reedición ampliada y puesta al día de Caught in the Pulpit: Leaving Faith Behind [Atrapados en el púlpito: dejar atrás la fe], en donde se documentan casos de predicadores y rabinos que llegaron a ver por sí mismos… los hechos.
Caught in the Pulpit es un pariente cercano de The Clergy Project [El proyecto clerical], un esfuerzo de divulgación destinado a “profesionales y exprofesionales de la religión que han dejado de tener creencias sobrenaturales”, muchos de los cuales se ven obligados a esconder su escepticismo para mantener sus carreras y sus ámbitos comunitarios.
Para Dennet, los clérigos secretamente ateos no son sólo figuras trágicas; son también los heraldos de grandes cosas venideras. Dispersos entre distintas historias de caracteres, aparecen en Caught in the Pulpit varios microensayos de Dennett en los que se predice un cambio de magnitud oceánica en la doctrina y en la práctica de las religiones. Nuestra era de la información, sostiene, está trayendo consigo un “nuevo mundo de transparencia universal” en el que las instituciones religiosas no pueden seguir ya escondiendo la verdad. Para sobrevivir en una era de transparencia, las religiones necesitarán acomodarse a los hechos.
Dennett habló recientemente para The Cubit sobre transparencia institucional y los paralelos entre el fundamentalismo religioso y el fundamentalismo ateo, así como sobre el futuro de la religión.

A.A.— Usted describe a los clérigos no creyentes como los “canarios en la mina”. ¿Por qué adquiere este grupo tal significado para entender el futuro de la religión?
D.D.— Yo creo que estamos entrando ahora en una era realmente perturbadora en la historia de la civilización humana gracias a la nueva transparencia que han traído los medios de comunicación sociales e Internet. Era mucho más fácil mantener secretos antes que ahora.
En el número de marzo pasado de Scientific American, Deb Roy y yo comparamos eso con la  Explosión Cámbrica. La Explosión Cámbrica ocurrió hace 540 millones de años, cuando se dio una repentina y muy espectacular  explosión de diferentes formas de vida en respuesta a cierto cambio novedoso experimentado por el mundo. El zoólogo de Oxford Andrew Parker sostiene que la acrecida transparencia del océano hizo posible la visión ocular. Y eso lo cambió todo: ahora, los predadores podían ver a las presas y las presas, a los predadores, lo que desencadenó una carrera armamentística de interacciones. Bien, pues nosotros pensamos que algo parecido está ocurriendo en la cultura humana. Las instituciones –no sólo las religiones, sino también las universidades, los ejércitos, las empresas— se enfrentan ahora a la tarea de cambiar su estructura fundamental y sus métodos para lidiar con el hecho de que ahora todo el mundo vive en una casa de cristal.
Proteger tu funcionamiento interno se hace muy difícil; es muy ardua tarea la de mantener los secretos. Las religiones florecieron en parte porque fueron capaces de mantener secretos. Capaces, por lo pronto, de mantener secretos respecto de otras religiones ante unas parroquias harto ignorantes de lo que otras gentes del mundo creían o dejaban de creer. Y capaces de mantener secretos sobre el propio modo de funcionar y sobre historias internas, de manera que resultaba fácil disponer de una suerte de mensaje controlado destinado a la gente. Esos días pasaron. Tú puedes ahora ir a Internet y acceder a información de toda laya. Y eso terminará por cambiarlo todo.

¿Qué tiene usted por más probable: un desplazamiento de la religiosidad hacia el ateísmo, o un cambio dentro de los grupos religiosos hacia interpretaciones más liberales de las escrituras?
No veo cómo los modelos tradicionales de creencia religiosa pueden ser capaces de resistir a esa especie de presión epistemológica. Me parece que vemos tendencias incluso en las iglesias evangélicas tradicionales, que están apartándose crecientemente de la doctrina y aferrándose más a la ceremonia, dejando a la gente más tranquila respecto de lo que deban creer o dejar de creer.
Ahora, si esto funcionará, no lo sé. Creo que hay lugar en el mundo para organizaciones ligadas por la tradición, por la música, por la ceremonia y por textos tratados como una suerte de escrituras míticas. Y creo que las religiones que sobrevivan a este período merecerán sobrevivir. Serán muy distintas a lo que vemos hoy.

Pero las creencias proposicionales sobre el mundo son sólo una pequeña parte de la vida religiosa. Hay mucho más en la religión: familia, comunidad, rituales y prácticas, modos de ser. ¿No es acaso el Proyecto Clerical un modo que tienen los ateos de hacer algo más que hablar sobre creer y no creer?
Desde mi punto de vista, lo que deberíamos es prestar mucha atención, reunir tantas pruebas empíricas como sea posible y sacar ventajas de la nueva transparencia: aprender, aprender, aprender y, a su turno, informar, informar, informar. Dejemos la información en la plaza pública. Y luego yo soy muy laissez faire respecto de lo que debería pasar a continuación. Dejemos que las gentes resuelvan por sí mismas con qué se sienten confortables y qué desean hacer. Yo no quiero interrumpir tradiciones, a menos que sean tóxicas de alguna manera. Hay algunas tradiciones que son claramente tóxicas.
Una reciente Pew survey muestra que el Islam es la religión que más rápidamente crece, no porque la gente se esté convirtiendo al Islam, sino porque tienen más hijos. La tasa de fertilidad es mucho más alta que la de cualquier otro grupo religioso. Eso significa que tendremos cada vez más niños educados en principio como musulmanes.
Sin embargo, no creo yo que lo normal, lo obvio, la rutina vaya a ser que sigan siendo musulmanes cuando crezcan. El Islam tiene una larga y desdichada tradición de tratar a los apóstatas con mucha severidad, y creo que veremos más de eso. Y creo que eso resultará en un culatazo. 
Qué compromisos abrazarán los exmusulmanes o los hijos de musulmanes en el mundo en los próximos 20 años, es cuestión se suma importancia. Y no tengo la menor idea de cómo funcionará eso.

El Pew Research Center pronostica que el crecimiento de las poblaciones en el mundo musulmán no sólo se incrementará en el África subsahariana y en Oriente Próximo, sino también en la América del Norte. Su estudio demográfico avala la predicción que usted hace de que habrá más cambios religiosos dentro de la cultura occidental: del cristianismo a la no-afiliación. Pero el porcentaje de creyentes no afiliados decrecerá en realidad como porcentaje de la población.
Pero eso es una proyección, huelga decirlo. Y se basa en análisis de tendencias observables hoy.
Yo sospecho que se subestima la importancia de esa nueva transparencia. Lleva veinte años convertirse en un creyente baptista, y veinte minutos dejar de creer.
Y yo creo que la gente se encontrará con verdaderas sorpresas en esos ámbitos. Después de todo, sólo han transcurrido una o dos décadas desde que eso se ha convertido en una cuestión para los hijos de los musulmanes. ¿Permitirán que tengan teléfonos celulares y que accedan a Internet? Si se lo prohíben, resultará muy duro, y si se lo permiten, dejarán que se introduzcan una fuerza formidable nueva en el mundo de la cría y educación de los niños. La educación religiosa se ve abocada a hacer algunos cambios espectaculares. Y será interesante ver cómo funcionan esos cambios.

Eso aún depende de las creencias. Esa nueva generación puede ser musulmana, aun cuando no acepte las interpretaciones literales de las escrituras sobre, digamos, el origen del universo.
Yo creo que la transparencia no versa únicamente sobre las creencias. Versa también sobre los hechos. Hay una larga tradición para sortear prohibiciones del Corán, de modo que puedas vivir en el mundo moderno. Yo creo que todo eso se acelerará, y, así, el abanico de formas de ser musulmán dentro de veinte años se expandirá espectacularmente en relación con lo que vemos hoy. Y por mucho, yo creo, en las buenas direcciones. Habrá más y más diversidad, más y más apertura, menos rigor fideísta.

Eso retrotrae a un tema de su libro: que es difícil navegar por el mundo moderno sirviéndose de creencias religiosas literalistas. Usted también encuentra una simetría entre los cristianos fundamentalistas y los nuevos ateos: ambos piensan que las pretensiones de verdad necesitan ser tomadas muy en serio. ¿Cómo responde usted a la acusación de que hay un fundamentalismo en el llamado Nuevo Ateísmo, en el que la ciencia recibe a menudo un tratamiento de metafísica absolutista?
Bueno, el absolutismo es casi siempre un termino muelle y presto al abuso. Nadie abandera el absolutismo. Cuando se llama absolutista a alguien, normalmente es para criticarlo. Y sin embargo, usted no oirá calificar como absolutista a un contable con patente pública para revisar los libros de contabilidad de una empresa. Se supone que se enfrenta a hechos, y los hechos tenemos que tomarlos con toda seriedad, y no lavarnos las manos y convertirnos todos en zascandiles postmodernos a la hora de dar cuenta de lo que ocurrió con los dineros.
Las gentes, así pues, tienes un respeto por los hechos aun sin ser absolutistas: hasta las iglesias tienen respeto por los hechos. Los hechos son una cosa bastante seria.

Pero hay una importante diferencia entre el empirismo pragmático y el cientificismo, que niega la pluralidad de caminos que llevan a la comprensión de nuestro mundo humano. No podemos medir todos y cada uno de los aspectos de la vida humana sirviéndonos de métricas científicas.
Eso es verdad, obvio es decirlo. Y pienso que en determinadas ocasiones los nuevos ateos yerran al despreciar bruscamente perspectivas diferentes que son muy importantes, muy legítimas. Nadie quiere disquisiciones sobre la biomecánica y la fisiología del orgasmo cuando está haciendo el amor: hay momentos en los que lo que quieres es apagar la luz y olvidarte de esas cosas.

En la medida en que las religiones están muy comprometidas con enriquecer nuestras vidas con significado, con ceremonia, y aun con un sentido del misterio y del asombro, todo va bien. Yo creo que el problema viene cuando piensan que tienen que poner a competir esos mitos inspiradores de asombro y reverencia con los descubrimientos de la ciencia, que –me atrevo a decir— no son menos inspiradores de asombro y reverencia. 

Los dioses y los carros flamígeros no son nada, son cuentitos ridículamente baratos comparados con lo que hemos terminado por aprender sobre estrellas, galaxias, etc.
Pienso que hay una suerte de imagen especular, antagónica del cientificismo, que tiene un oído muy fino para la imponentemente asombrosa majestad de la ciencia. Basta escuchar a David Attenborough, a Carl Sagan o a otros brillantes divulgadores científicos, para caer en la cuenta de lo pasmosamente hermoso que es el mundo.

Cree usted que hay un futuro para la ciencia que incluya el asombro, la divulgación social, la reunión comunitaria y otras funciones en las que andaban involucrados esos clérigos antes de perder su fe?

Pienso que, durante siglos, una de las grandes cosas que las iglesias y los grupos religiosos de todo tipo han sido capaces de hacer es dar importancia a las vidas de las gentes y proporcionar amor a gentes que carentes de amor. Eso, además de ofrecerles un sentido de comunidad y de pertenencia. Eso es extraordinariamente valioso e importante. Y el Estado no llenará esa función, y otros tipos de organizaciones no parecen  deseosas o capaces siquiera de intentarlo.  Y yo creo que queremos preservar y robustecer esa función en la sociedad.
Esa es la función de las religiones que a mí más me gustaría ver promovida y protegida. ¿Cómo puedes hacer eso, sin rendir el franco reconocimiento del carácter mítico de sus credos? No estoy seguro de que pueda lograrse, pero espero que se pueda.

Daniel Dennett, profesor de filosofía en el Centro de Estudios Cognitivos de la Tufts University, es uno de los grandes filósofos vivos. Ha hecho contribuciones decisivas a la filosofía de la mente y a la filosofía de la biología, e interesantes e internacionalmente apreciadas incursiones en la metafísica y aun en la teoría moral. Son muy recomendables, en este contexto, dos de los libros de su última etapa filosófica: Darwin’s Dangerous Idea (1993) y Freedom Evolves (2003). Hay traducción castellana de ambos. 

martes, 12 de mayo de 2015

A un año de las elecciones que dieron el triunfo a Juan C. Varela, Balance y retos del movimiento popular.

Polo Ciudadano, como espacio político, abierto de discusión y formación ciudadana, hace un análisis crítico y reflexivo en torno a lo que se describe como el balance sobre el primer año de gobierno del Presidente Juan Carlos Varela, el cual ponemos a disposición de los ciudadan@s panameñ@s.

Al cumplirse un año de las elecciones, que sorpresivamente destronó del poder a Ricardo Martinelli y sus sequitos, y que dio paso al triunfo de Juan C. Varela con la alianza Panameñismo, Partido Popular;  que una vez en el gobierno, ha contado con el respaldo del Partido Revolucionario Democrático PRD (al margen de su crisis internas), y con el apoyo de significativos sectores de la llamada “sociedad civil” y de  algunos representantes de la dirigencia sindical; hoy acomodados en diversos cargos y posiciones dentro del engranaje recibiendo sus dádivas y beneficios por parte del gobierno.

A un año de “el pueblo primero” de Varela, surgen al paso algunas interrogantes como por ejemplo: ¿Ha cambiado el país en este periodo y cuánto? ¿Desde la perspectiva de la clase trabajadora y la ciudadanía en general han mejorado sus condiciones de vida? ¿Hay más democracia? y otras más, que ameritan responderse ya sea individual o colectivamente como ciudadan@s honestos de este país.

En ese sentido Polo Ciudadano, cree necesario repasar si este gobierno ha sido capaz de ir cumpliendo con las promesas hechas en su campaña electoral y de igual forma considerar otros aspectos que se entrelazan dentro de este balance.

La Lucha contra la corrupción o lucha de grupos de poder económico
Un aspecto aparentemente significativo que se ha apreciado en el campo del combate a la corrupción de este gobierno, ha sido en el sentido de que varios ex ministros y personeros de altos cargos del gobierno anterior han ido a parar a la cárcel por sus vínculos con casos de peculado. Incluso hay varios procesos judiciales abiertos contra varios de ellos y del propio ex presidente Ricardo Martinelli, quien huyó del país buscando asilo político por todo el mundo y que finalmente terminó escondiéndose en Miami, Estados Unidos, con el consentimiento del Imperio.

Sin embargo, ese dato aparentemente positivo, no soslaya dos hechos notables. El primero: las investigaciones contra Martinelli y sus funcionarios, obedecen en algo al descontento y la presión popular; pero también responden en gran medida a una pugna existente entre dos sectores dominantes de la burguesía empresarial panameña que se disputan el poder político y el control económico del país, en el que está prevaleciendo la oligarquía tradicional frente al sector emergente encabezado por Martinelli.  Y el segundo hecho, es que los que están presos son “meros actores de reparto” (como Guardia, Garúz y Pérez), y entre ellos no hay ninguno del llamado “círculo cero” del poder económico que apoyó y robó con Martinelli. Incluso varios de sus ex ministros pese a las denuncias ciudadanas contra ellos, gozan aún de impunidad y libertad.

En el caso del proceso contra el ex magistrado de la Corte Suprema de Justicia Moncada Luna, quedó en evidencia los niveles de corrupción en ese órgano del Estado, en el que hay otros colegas de éste que han sido denunciados por delitos graves.  De igual forma quedó también en evidencia los niveles de corrupción actual en el órgano que compone los denominados “padres de la patria”, ya que el fiscal acusador tuvo que negociar la condena final a cinco años de ese personaje de la CSJ, debido a que del propio fiscal y algunas de las juezas del proceso, señalaron que se temían que Moncada saliera absuelto de culpa a nivel del pleno de la asamblea, debido a que se manejaba la información  de que había mucho dinero en juego para lograr a toda costa la inocencia del acusado.

Cabe también señalar los últimos escándalos sobre nepotismo que ha recaído sobre el actual Magistrado del Tribunal Electoral Erasmo Pinilla y del Magistrado de la CSJ, Víctor Benavides sobre quien recaen acusaciones muy delicadas, que atentan contra los valores y la moral.

 Se desinflan las principales promesas de Varela
Uno de los pilares con que Varela llegó al poder hace un año fue su propuesta del “control de una canasta de alimentos” que debía permitir un ahorro de hasta B/. 58.00 a las familias más pobres. Ese control de precios, no solo fue insuficiente y no contuvo la inflación (que creció un 2% en un año), sino que hasta al propio gobierno se ha olvidado del programa con el paso del tiempo, desvaneciéndose de esta forma la ilusión encantadora que mediáticamente le dio al pueblo. Ya que es cada vez más asfixiante el alto costo de los alimentos de primera necesidad de la canasta básica.

¿Y sobre el gran proyecto por la transformación de Colón? Este no sólo, No ha empezado a ejecutarse, sino que ya sectores sociales articulados en el Frente Amplio de Colón, han denunciado que el gobierno actúa de manera inconsulta para no involucrar a los colonenses y sus organizaciones. ¿Y sobre Barro Blanco? Después de varios shows propagandístico y de coquetear con parte de la dirigencia indígena, el gobierno ha dicho que no piensa detener el proyecto de la hidroeléctrica que fue impuesta a sangre y fuego en su momento por el gobierno de Ricardo Martinelli.

 La Educación, la salud pública y la seguridad: Siguen siendo un desastre
¿La educación ha mejorado? No. Claramente está peor. A casi medio año, día a día salen estudiantes, educadores y padres de familia de las escuelas de toda la República denunciando el pésimo estado de las mismas, muchas de las cuales ni siquiera cuentan con agua potable.  Y no solo hablamos de escuelas y colegios en pueblos del interior, sino también del centro de la ciudad de Panamá que eran modelos educativos hace unos años como (El América, Naudeau, Moscote, etc.).  En este tema educativo, lo único que ha avanzado es que han quedado al descubierto todas las mentiras, exabruptos y malversación de recursos del pueblo, por parte de la ex ministra de educación Lucy Molinar, la cual, no lo olvidemos, fue llevada al gobierno anterior por el propio Juan C. Varela siendo éste vicepresidente de la República.
¿Y sobre la salud? El caos actualmente de la atención a los asegurados y no asegurados, se resume en una palabra: ¡Desastre!. Desastre denunciado por el propio personal de salud, tanto de la Caja de Seguro Social como del propio Ministerio.  Por ejemplo; mientras la CSS se gastó más de 600 millones en una  denominada “ciudad hospitalaria”, a la que ahora se reconoce que está mal diseñada, no hay ni camilleros en urgencias del complejo.  Ni hablar del Santo Tomás, antes hospital insignia, y en el que ahora no hay insumos para operar, ni personal.  Para no mencionar los de los “Minsa-capsi” y las decenas de centro de salud a nivel primario cerrados en el interior por falta de personal y equipos.

En cuanto al tema de la seguridad, cada día son más altos los niveles e inseguridad y la ola de crímenes en la población a nivel nacional, producto de la ola delictiva escenificada por las pandillas y narcos, que se disputan el mercado de la droga y el control de las calles. Situación que hasta la fecha no ha sido contrarrestada por el actual gobierno con el denominado programa “barrios seguros”.

La privatización ha llevado a la crisis los servicios públicos
¿Y los servicios públicos? El país se ha convertido prácticamente en un basurero a cielo abierto gracias a la privatización en muchos municipios encargados del transporte para la recolección de la basura.  ¿El transporte público? Pese a los 200 millones que le regala en subsidios anuales el gobierno a la empresa colombiana “Metrobus” traída a Panamá por “Jimmy Papá Dimitri”, quien fue el asesor de campaña de Juan C. Varela,   segundo al mando en el gobierno de Martinelli.  Dicha empresa aún no ha sido capaz de brindar un servicio eficiente a los miles de usuarios que siguen viéndose afectados a diario.

¿Y el IDAAN? Este es el próximo objetivo de la política de privatizaciones, al que como ciudadan@s panameñ@s, debemos estar atentos.  Los servicios de agua potable y alcantarillado de hecho han entrado en una fase crítica a nivel nacional. Esto se refleja en el día a día en las comunidades sufren cortes del servicio por diversos motivos, donde el agua no llega y donde se ha convertido en algo común la ruptura de tuberías, y en el sistema aguas servidas que permanentemente están tapadas.

Gran parte del deterioro que sufre esta institución, además de la falta de inversión, tiene que ver con la manifiesta intención del gobierno actual junto a sus aliados, de retomar la privatización del IDAAN que no pudieron ejecutar Balladares, Mireya, Martin, ni Martinelli en el poder, debido a la oposición y lucha del pueblo en las calles.

Mientras se destruye la producción nacional, nos hacemos más pobres
¿Los productores nacionales están protegidos frente a la competencia desleal de los importadores? Dicen ellos mismos que No.  Por eso salen a las calles a exigir la ratificación de la ley que crea la AUPSA, mientras un tercio de las tierras cultivables son abandonadas por falta de apoyo para la agricultura, creciendo la dependencia de las importaciones de alimentos, incluso en rubros en los que hace 30 años éramos autosuficientes como el caso del arroz, entre otros.  Para rematar, la producción agrícola e industrial está amenazada por el Tratado de Promoción Comercial (TPC) con Estados Unidos, firmado en el gobierno de Martin Torrijos y que abrió el país, a las importaciones de ese país del norte libremente en 18 años.

En el ínterin hemos conocido que en este año, no sólo, No han bajado los altos índices de pobreza y pobreza extrema, sino que el país ha incumplido las modestas metas que se había fijado para alcanzar los “Objetivos del Milenio de Naciones Unidas” con el objeto de disminuir la desigualdad social. Ya que Panamá ni siquiera pudo mejorar la atención materno infantil.  Claro, esto no sólo es responsabilidad de Juan C. Varela y su gobierno, sino de una acumulación de 30 años de gobiernos lacayos del neoliberalismo impuesto desde Estados Unidos.

El capital transnacional saquea todo a su paso
La apertura a intereses extranjeros que empezó con el modelo económico neoliberal,  hace 30 años, ha convertido a toda la industria panameña en subsidiaria de empresas transnacionales, mientras que los capitalistas panameños han ido vendiendo para retirarse a la comodidad de la especulación inmobiliaria.  La penetración de esos capitales extranjeros, principalmente colombianos y venezolanos, ha venido aparejada de la precarización del empleo y la violación de conquistas laborales que suelen practicar dichas empresas en sus países. Toda la industria y gran parte importante de la banca, del sector inmobiliario e incluso los servicios públicos privatizado está en manos de capitalistas extranjeros que permanentemente promueven la fuga de capitales.

Lo que es peor, basados en las injustas reglas del comercio internacional y de los tratados de libre comercio firmados por Panamá y en alianza con empresarios panameños, empieza el saqueo descarado en nuestro país.  Ejemplo: 1. En Petaquilla, la empresa canadiense dueña de la mina, después de años de extraer oro sin control y generando contaminación, se declara en quiebra y se retira sin pagar las prestaciones y salarios a los trabajadores; 2. Como si fuera poco, empresarios españoles pretenden robarle 2000 millones a Panamá alegando que Martinelli les hizo trampa en el negocio de la mina; 3. En la ampliación del canal, el GUPC, el consorcio que construye, ha sobrefacturado más de 2000 millones de dólares y amenaza con paralizar nuevamente las obras si no se le pagan adelantos injustificados.  Y 4. Siguen vigente las concesiones y se dan nuevas para la continuidad del saqueo de nuestros recursos naturales (metálicos y no metálicos) a nuevas trasnacionales.

Las jubilaciones amenazadas
El gobierno de Juan C. Varela, respondiendo a los intereses de su clase, los capitalistas, y a los dictados de los organismos de crédito internacional, prepara un golpe más contra la clase trabajadora panameña: el aumento de la edad de jubilación y las cuotas.  La base para este golpe está en la continuidad de las medidas impopulares impuestas bajo el gobierno del PRD y Martín Torrijos en 2005, cuando reformó el sistema de pensiones, rompiendo el sistema solidario e imponiendo a las nuevas generaciones un sistema mixto, separado del que aportan las personas mayores de 35 años a esa fecha.  Con lo cual, están produciendo una crisis del fondo de jubilaciones y pensiones de quienes están laborando en estos momentos y que se jubilaran en pocos años.

Sobre la situación del movimiento popular
A un año, también se hace necesario apuntar a la referencia obligada del movimiento popular organizado de Panamá, que debe iniciar por los resultados electorales decepcionantes e inesperados de las dos formaciones partidarias de la denominada izquierda panameña: entiéndase en primer lugar el partido Frente Amplio por la Democracia (FAD) con estructura nacional y en segundo lugar el Movimiento Independiente de Refundación Nacional (MIREN), que incursionó con la libre postulación presidencial que llevó adelante con la figura del profesor Juan Jované.  Donde en ambos casos fue evidente la ausencia de una política de unidad y de un programa convincente, sumados a ello la parcialidad de los medios de comunicación por las otras candidaturas, un cambio tal vez en el trayecto del proceso de la línea táctica o estratégica, u otros acontecimientos, que impidiendo de esta forma, que la suma de ambas candidaturas a nivel presidencial no superaran los 25 mil votos (es decir menos del 2%) a nivel nacional.

Esta catástrofe electoral para ambas opciones, lamentablemente sentimos que no fue seguida de una reflexión autocrítica y colectiva que permitiera comprender los errores y tomar las medidas adecuadas para superarlos.  Ninguna de las dos alternativas en la práctica tuvo la capacidad de romper los esquemas del individualismo sectario para invitar a un balance amplio, democrático y autocrítico al conjunto del movimiento popular y ciudadano.  Es decir, No hubo reales evaluaciones con la mayoría de sus copartidarios o allegados a sus formaciones políticas, en gran parte talvés, por la desmoralización que los resultados promovieron en su membresía electoral y seguidores.

A pesar que la ciudadanía panameña y por ende el movimiento popular, han de tener aún observaciones que hacer a ambas opciones electorales por los errores cometidos, por la inexperiencia y la forma como manejaron todo lo referente a su campaña; cabe destacar como elemento positivo aunque tal vez algo tarde, que en este año de cierta forma hubo algunas rectificaciones no asumidas concientes y expresamente que por lo menos han permitido empezar a dar algunos indicios de madures política y accionar de cierta forma en UNIDAD como movimiento popular y sindical; al margen de las actitudes políticas y/o soberbia, divergencias, diferencias de opinión y de métodos.

En ese sentido nos atrevemos a mencionar dos ejemplos recientes a nuestro juicio importantes como los han sido: la experiencia de la realización como bloques de un programa conjunto para la organización y realización de la Cumbre de los Pueblos desarrollada en la Universidad de Panamá durante los días 9, 10 y 11 de abril y seguido de esta, la coordinación de la marcha del pasado 1 de mayo de 2015.  Ambos eventos organizados de forma unitaria y bajo un clima de respeto mutuo.

Retos del movimiento popular y ciudadano panameño
En primer lugar, es preciso señalar que aquellos sectores de la población que hace un año creyó honestamente que el gobierno de Juan C. Varela implicaría un giro de 180 grados en política a favor de las mayorías, que abandonen esas ilusiones y se den cuenta que estamos ante un gobierno que es en esencia igual a los anteriores, incluyendo al de Martinelli; pues es un gobierno que en la práctica ha venido demostrando que representa los intereses de la clase capitalista, contra la de los trabajadores. Por lo que, hay que zafar del abrazo de oso y de los galanteos que inteligentemente viene realizando desde el Ministerio de Trabajo para amarrar a los dirigentes sindicales con nombramientos en esa entidad y otras, o promoviendo una que otra oferta y/o acuerdo de “financiamiento a la causa” para mantenerlos en el silencio.

En segundo lugar, como ciudadan@s hay que continuar tejiendo los lazos de unidad y acciones conjuntas para la acción, sin que nadie renuncie a sus banderas de luchas y convicciones; pero con el sumo cuidado de que no afloren o se exageren las diferencias, ni recurrir a métodos sectarios. La conmemoración última de la movilización del 1 de Mayo, es el modelo de acción conjunta a seguir.

En tercer lugar, hay que dar los pasos concretos en la organización popular y ciudadana en todos los sectores y espacios, que a futuro permitan la conformación de la verdadera unidad de todas las fuerzas y frentes sociales, para iniciar en la construcción y concreción de un proyecto político alternativo real de país, propio de la clase trabajadora y de los históricamente oprimidos, excluidos y marginados. Y que dado el momento, y la oportunidad a futuro, tenga la capacidad de proponerse expresamente de llevar a sus representantes a los distintos órganos gobernabilidad del Estado.

Polo Ciudadano, considera que para logar esto hay que partir por convencerse con la sinceridad que identifica a los ciudadan@ de este país, que ninguna fuerza actual en el movimiento popular y social por sí sola, es capaz de vencer al sistema político y electoral corrupto que ha impuesto la oligarquía panameña por más de cien años.  Por ende, hay que madurar políticamente con seriedad, organizarse plenamente y estar dispuestos a abrir los espacios necesarios de discusión y comunicación para concretar la unidad en un proyecto político nacional, en el que cada quien dentro de esa unidad mantenga sus siglas y su autonomía, funcionando en la práctica sobre la base de que, es acuerdo, lo que surge del consenso.

Finalmente, creemos que dado el momento, habrá que elaborar de manera conjunta el programa de lucha y de gobierno de ese proyecto político: empezando por exigir la nacionalización de la banca, los servicios públicos y la industria; el apoyo a la agricultura nacional para alcanzar la soberanía alimentaria; la protección del medio ambiente, el respeto a los derechos humanos, a los derechos de la mujer y de la clase trabajadora en busca del trabajo digno; el rescate de la educación y la salud públicas como prioridades; la protección y respeto a los pueblos originarios, la restauración del sistema solidario de seguridad social y pensiones; la cárcel para los corruptos y ladrones del erario público; la refundación de la República y sus instituciones mediante el impulso de una Asamblea Constituyente Originaria. Todo ello, requiere un gobierno de ciudadan@s consientes, de la clase trabajadora que tiene como prerrequisito la constitución de un proyecto verdaderamente político popular.
Panamá, 11 de mayo de 2015.