Kevin Harrington-Shelton
“…Animi
dolor ac detestatio de peccato comisso, cum propósito non pecandi de cetero…”
--- Concilio de Trento (1563)
Foto de tupolitica.com |
Porque en el “cierre” de la crisis de Colón Martinelli
confiesa que carece de una recta razón. ¿En qué cabeza cabe insistir en que era
buena esa Ley que causó semejante revuelo en todo el país? De al menos haber
pormenorizado alguna sustentación para esa afirmación tan descabellada, al
menos se entendería cómo arribó a ella. Y su monólogo de 5 minutos en cadena
nacional al menos habría resultado informativo. Pero no lo hizo: porque el
señor Martinelli es alérgico, tanto a todo debate, como a una verdadera
rendición de cuentas. Aún esperamos (sentados…) a que sustente su declaración
en La Estrella de Panamá del 29 de julio 2010, que el pagar casi $600 millones
más de lo que valen los corredores, constituiría “el mejor negocio que
hará el Estado”. Esos millones habrían sido mejor aprovechados en
Colón, que en los casinos de Monte Carlo --- hacia donde se encaminan los
mexicanos que supieron cómo convencer al señor Martinelli a que les adelantará
sus ganancias y les ahorrara el mantenimiento durante décadas de corredores mal
construidos, para que efectuara una “compra” a la que no estaba obligado.
$1,070 millones que no han mejorado en un ápice los tranques.
Colón fue la reducción al absurdo de la pérdida de
legitimidad del gobierno. El señor Martinelli piensa que, cómo ganó las elecciones
en 2009, puede manejar Panamá a su antojo, sin respetar el control
constitucional. La (más reciente) violencia en Colón no tiene tanto que ver
directamente con la venta de las tierras en Zona Libre en sí, sino con lo
despótico de esa decisión. Fue la metástasis del cáncer de una corrupción que
corroe a toda nuestra clase política, a unos por comisiones, a otros por
omisiones. Lo que se protestaba en otras provincias era que la Asamblea abusó
de su poder, ultrajando nuestro derecho de formación de leyes. Y al pueblo
llano de las demás provincias les indignó su viveza.
Dando seguimiento al silencio tan curioso de los
comerciantes de la Zona Libre de Colón a punto de perder millones por demoras
de sus embarques navideños en sus puertos de re-exportación, afloró que, dos
meses antes de la aprobación de la problemática ley que los autorizaba,
Martinelli ya tenía montado todo un aparato para la venta sistemática de
terrenos a los que no estaba autorizado. Y ya se estaba mercadeándolos
activamente, a nivel local e internacional. Por eso es que no regresó
rápidamente de su periplo por el Asia. Y por ello insiste en nombrar el mismo
equipo fracasado, para convencer a los colonenses de las bondades de la ley
derogada. Pero ya ese pueblo no come más cuento.
Particularmente con la falta de credibilidad del régimen
actual. El ilegal y vergonzoso comportamiento de sus tropas en las calles de
Colón no tiene justificación. En la capital tampoco anduvimos mucho mejor; acá
la Policía Nacional optó por no controlar un saqueo que tenía a ojos vista.
Sería lógico concluir que el novel pelotón de Los Gladiadores que operó en la
Plaza 5 de Mayo, re-editaba los Batallones de la Dignidad de Los Doberman del
general otrora de turno, en una estructuración del poder por violencia que no
ha evolucionado desde La Conquista. El afán de achacarle el saqueo al SUNTRACCS
tampoco tiene sustento; ese sindicato de la construcción no tiene antecedentes
con este tipo de gansterismo.
Quienes comemos 3 veces al día estamos en la obligación
de velar por quienes no comen, y la mejor forma de hacerlo es promoviendo un
estado de derecho que funcione como debe --- que garantice que habrá algún
futuro para nuestros nietos. No tiene sentido esperar simplemente a que
amanezcan más muertos, para lograr finalmente restitución del cambio
verdaderamente democrático por el cual votó nuestro pueblo en 2009. La renuncia
del señor Martinelli debiera dar paso expedito a una asamblea constituyente
originaria, para hacer borrón y cuenta nueva de todo un sistema de gobierno que
ya simplemente no funciona.
Y hoy las brujas ya no tienen cómo disfrazarse...
El autor ejerce como traductor oficial e intérprete simultáneo. Se permite
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