viernes, 31 de mayo de 2013

La inmortalidad del cangrejo



Marcos Winocur.

Les traigo una buena noticia. Pedro, con la ayuda de El Pajarito, ha derrotado a El Lobo. En cuanto a El Pato, a quien El Lobo había secuestrado para comérselo, fue liberado y El Lobo conducido a prisión. Es el triunfo del Bien sobre el Mal, tal como lo escribió el compositor ruso Prokofiev pensando en los niños y también en sus padres, en su pieza musical titulada “Pedro y el Lobo”. Y fue el happy end corriente hasta que los lectores se preguntaron: ¿por qué no podría triunfar el Mal sobre el Bien? Entonces la buena noticia que les traigo no es ninguna novedad ¿Por qué no podía triunfar el Mal? Y este reclamo de originalidad ha ido ocupando lugares no sólo en la literatura sino también en los medios y lo que es peor, en la realidad misma.
Todo esto es bien conocido e incluye la mirada de los agentes masivos del siglo XX: las drogas, que han venido a darse la mano con el alcohol y el tabaquismo.

Desde esa posición, el hombre pretende dos interlocutores: uno es él mismo como si tuviera un espejo frente suyo; y un segundo interlocutor es el universo. Hasta hoy, que se sepa, el segundo ha guardado silencio y el hombre acaba por comprender que no se puede trabar contacto con un ser que es infinito. Esto es, el universo.

Todo depende de quién es el interrogado si la humanidad, fragmentaciones ordenadas, llámese lucha de clases, montescos y capuletos, ciudad versus campo, capitán y marineros, Batman y Guasón, sin olvidar a Robin. Y este desarrollarse a través de contradicciones hace imposible una respuesta unívoca. El hombre se interroga a sí mismo y no tiene un eco sino múltiples respuestas. En cuanto al universo no sólo guarda silencio sino que lo guardará por toda la eternidad, un ser finito como lo es el hombre no puede aspirar a contactar al ser infinito.

Puede argumentarse que un infinito puede oponerse a otro infinito, pero esto ocurre sólo en el dominio de las Matemáticas, según los desarrollos de Cantor. Pero nuestro mundo es el de la Física auxiliada por la Lógica. Y allí “no caben” dos infinitos. Una vez que el infinito es aceptado como tal, todo le pertenece, carece de límites, de nacimiento o de muerte.

Quisiéramos ser como él pero ya es tarde. Y tal vez sea mejor dedicarnos a estudiar la inmortalidad del cangrejo.

Desde Puebla, México. Especial para ARGENPRESS CULTURAL

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