En
el ejercicio del periodismo, la información es una de las prerrogativas
ineludibles. Informar, dar a conocer hechos, situaciones, transmitir a
quienes no tienen acceso directo a lo que sucede o sucedió, los que se
expresa o expresó, a través de imágenes, audios o la transcripción
certera de los mismos, forman parte de una labor enmarcada en la
formación de conocimiento y opinión.
Las motivaciones que
sostienen esta tarea, deberían reflejar la fidelidad a lo más cercano a
la verdad; no decimos absoluta por eso de los diferentes ángulos. No
obstante el compromiso con la acción de transmitir desde la empatía y el
despojo de pertenencias a espacios ajenos al ejercicio periodístico,
debería primar y plasmarse en cada acción informativa.
Ello
podría suponer el ideal del ejercicio periodístico, no obstante habrá
quienes sostengan que eso de la “objetividad” siempre está condicionado
por las subjetividades que condicionan la labor. Ahí está el desafío, en
contrarrestar lo mezquino y miserable de la manipulación, anteponiendo
la determinación de defender la autenticidad de hechos y acciones por
sobre cualquier condicionamiento.
No hacemos referencia al término
“independencia” ya que la misma no existe, es una falacia sostener que
alguien, cualquiera sea, pueda ejercer periodismo independiente. Siempre
dependemos. Dependemos desde el ánimo, el humor, hasta la filiación a
determinado espacio o determinada corriente política, filosófica, etc.
Desde
la imposición masiva de la idea de un periodismo independiente, se ha
traicionado el saber de gran parte de la sociedad. Presa de un modo, un
medio y la imposibilidad de acceder a una alternativa informativa, ha
accedido mansamente a un estado de colonización mental, que ha servido, y
aún en algunos casos sirve, a intereses que están más allá del deseo
y/o la necesidad de estar informado. Aunque en los últimos tiempos ha
habido avances y esa “imposibilidad” se matiza, lo cierto es que ni la
aplicación de la ley de medios, ni el consumo de medios alternativos es
suficiente, ni mucho menos, para contrarrestar el daño que producen los
monopolios.
Quienes bregamos por una auténtica
liberalización del conocimiento, una auténtica alternativa
comunicacional para lograr que la información sea un bien social sujeto
de derecho y no una mercancía pasible de ser cotizada según las
conveniencias y oportunidades, hemos declarado desde hace tiempo, una
determinada y convincente batalla contra la imposición de un saber,
susceptible de ser cuestionado en cuanto a su autenticidad y veracidad.
No
es sencillo oponer resistencia ante intereses corporativos que
responden al poder dominante por excelencia. No es sencillo, pero es
posible resistir y doblegar.
Las sociedades han cambiado, han
modificado sus capacidades reflexivas, exhibiendo algo con lo que no
contaban, o al menos subestimaban quienes se han adueñado del saber y la
palabra. Estas sociedades les han arrebatado la posibilidad de control y
condicionamiento comunicacional. Se han comenzado a debilitar las
estructuras que simulaban una indiscutible solidez. Los mercados y el
poder del dinero tienen limitaciones que no fueron prevenidas. Esas
limitaciones son las posibilidades de cada ser de pensar, reflexionar,
dudar, investigar, etc. más allá o más acá de las estrictas
conveniencias personales del momento.
También podríamos
sumar en este breve y estrecho análisis, los recursos que son utilizados
en el ejercicio periodístico. Pongamos por ejemplo lo que desde
nuestros espacios hacemos: recurrimos al plural en nuestra comunicación,
con la idea de inclusión, de abarcar a la mayor cantidad de seres en la
transmisión de pensamientos, posicionamientos, convicciones, dudas y
todo aquello que promueva la formación de una opinión. En nuestro caso,
el llegar a la formación de una opinión, la concebimos desde las
diferentes miradas. Construcción colectiva de opinión.
Desde
los medios monopólicos (y algunos no tan monopólicos…), se recurre a
condicionales induciendo la aceptación de verdades construidas desde los
términos utilizados en supuestas noticias, basadas en trascendidos, en
especulaciones.
Los “tendría”, “habría”, “según nuestras fuentes” y
una larga lista de potenciales, son utilizados para crear, imponer una
idea, un pensamiento. Es uno de los recursos de manipulación mediática,
tendientes a favorecer determinados espacios de poder.
La
información no es el tema central, lo central es cómo condicionar
determinadas respuestas a partir de la imposición de una idea o acción
falaz.
La potenciación de la desinformación se logra a
través de mecanismos como el descripto, llevando a un sector de la
sociedad al convencimiento de un hecho determinado, a partir de
supuestos que nunca son confirmados. La idea impuesta queda en el
consciente e inconsciente colectivo, y ello puede comprobarse cuando se
obtiene una respuesta tal como: “lo dijeron en la tele”, “lo escuché hoy
en la radio”. Con ello se llega a la conversión de “medios dudosos de
información”. Hay quien sostiene que la tv, las radios y los diarios son
“los miedos de comunicación”. (1)
Tanto en
Argentina, como en Venezuela, Bolivia, Brasil, el cotidiano ejercicio de
la manipulación mediática a través de la utilización de potenciales,
como los señalados por Sergio Guiñañez como “un idioma para bobos”:
"Sería", "habría", "figurarían", "estaría", "manejaría", "se trataría";
logran insertar y sostener por un breve período de tiempo, algo que tal
vez jamás existió.
Se polemiza, no para iniciar un debate de
ideas, sino para proceder a enmascarar y ocultar algo que va en contra
de los intereses corporativos. Los condicionales o potenciales se
convierten en ineludibles aliados a la hora de la desinformación.
Así
como desde el brazo armado del imperio nazi-sionista se vuelve a
recurrir a la canallesca falsedad de connivencias entre estructuras
guerrilleras de Irán y Colombia, de Irán y Venezuela, de Irán y
México…Siempre Irán en el medio de la mendacidad desinformativa, para
justificar injerencismo y destrucción.
Las redes sociales,
en parte, cumplen un papel destacado a la hora de la incomunicación: se
viralizan noticias que, o bien ya dejaron de ser noticias por haber
ocurrido algún tiempo atrás, o son de dudosa procedencia. Muchas son
difíciles de comprobar porque provienen de algunas de las usinas
especializadas en ocultamientos y mentiras.
Están también las que
no tienen mayor trascendencia en dichas redes y que como cachetazo de
alerta nos obligan a reflexionar también en relación a la actitud que
cada uno toma en esos medios de comunicación. Como ejemplo podemos citar
y a la vez compartir la indignación sobre un hecho, como tantos otros
que enlutan a la humanidad toda, aunque ésta no se dé por enterada: el
asesinato de ciento cuarenta y siete jóvenes estudiantes universitarios
en Kenia, ocurrido el 2 de abril del 2015. Sobre el particular Patricia
Carro comenta: "Quiero ver mañana, portadas de periódicos y
noticieros, telediarios, programas de radio, dedicándoles el mismo
tiempo, la misma cantidad de páginas, que al avión estrellado por
Lubitz.
Lo cierto es que hoy, todos los medios han sido
sutilmente, casualmente, audazmente, estratégicamente discretos a la
hora de informar. En el telediario de hoy, hablaron cuarenta segundos de
este horroroso atentado, cinco minutos sobre las 500 mil procesiones de
Semana Santa, tres minutos de la trilogía Irán, USA e Israel , cinco
minutos de los informes médicos de la depresión de Lubitz y otros dos
minutos de la oficial "héroe" que encontró la segunda caja negra.
Después: quince minutos insoportables de deportes y cinco de
meteorología. (Todo intercalado con comerciales de desodorantes,
laxantes, pegamento para dentaduras, pomadas hemorroidales, aerosoles
para el mal aliento, y pomadas para hongos en las patas. Todos por
supuesto, protagonizados por mujeres)
Qué tremenda tristeza. La tele, los medios y la jerarquía de las noticias.
Pero qué profunda e imborrable tristeza, la muerte de esos estudiantes."
Más
que reflexionar, deberíamos actuar para desbaratar las estrategias de
manipulación mediática, desenmascararlas para quitarles efectos
multiplicadores y comprometernos con la difusión y concientización sobre
lo que en realidad nos sucede, en cualquier punto del globo.
Hugo Presman en su trabajo “La Batalla Política del Lenguaje”, finaliza expresando: “…Limpiar
el idioma de los atropellos de los falsificadores, desvestirlos de sus
imposturas, que la palabra comunique y no obstruya la comprensión, forma
parte de la batalla política del lenguaje. Ahí donde se libra un
combate más por la liberación. Tal vez uno de los primeros. Necesario,
imprescindible para descubrir a los modernos recreadores de la Torre de
Babel…” (2)
No sólo se trata de limpiar el idioma de
los atropellos de los falsificadores, se trata de impulsar la acción
colectiva de desentrañar todo lo que supuestamente nos dejan en bandeja,
servido para ser consumido sin cuestionar ni dudar.
Se trata de asumir una contrainformación re-constructiva de realidad en el dañado consciente social.
No
basta sólo con impulsar, crear, aprobar leyes en relación a
comunicación, hace falta un mayor grado de compromiso popular respecto
de la información y sus canales para difundir. Desenmascarar a los
terroristas de las falacias desinformativas, es tarea de todos. Debemos
asumir el destacado rol de defensa de la palabra y su traslación a la
descripción concreta, mesurada y certera de un hecho o acción real.
Larguísimas
décadas hemos padecido la manipulación y control mental, desde la
transmisión de una historia caprichosamente deformada, a la viralización
de vocabularios descomprometidos y tendenciosamente vinculados a
inexactitudes presentadas como verdades incontrastables.
Nuestro
compromiso y rol deben estar ligados a la facilitación de conocimientos,
hechos, situaciones, desde la más estricta relación con lo real y
desbaratar las estrategias que aún persisten en pos de continuar
sometiéndonos en la desinformación, la alienación y el desinterés.
Es tarea de todos asumir una actitud de mayor compromiso con la verdad.
Que así sea.
NORBERTO GANCI
DIRECTOR - El Club de la Pluma
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