Todos
los panameños, no importa de qué clase social o estrato económico, hacen
esfuerzos por entender quiénes somos y, sobre la base de ese conocimiento,
proyectar su futuro. Es verdad que la mayoría de nosotros no somos conscientes
de esa lucha cotidiana que nos embarga. Pero la pregunta siempre pasa por
nuestras mentes (inadvertida) cuándo esperamos el bus en una parada improvisada
(inexistente) que le costó al contribuyente cerca de 30 mil dólares. O cuando
la joven ejecutiva privilegiada busca en su auto los caminos más rápidos para
navegar por la ciudad de Panamá concebida para ‘hacer negocios’. Gobiernos nacional
y municipal ignoran por completo a su gente y sus necesidades. La clase social
que controla los resortes del poder sólo le preocupa ‘hacer negocios’.
Por
estas razones, creo que urge preguntarnos dónde está Marta. Sí, Marta. A la
MARTA que me refiero es el Museo Antropológico Reina Torres de Arauz. Ha
desaparecido bajo los escombros que excreta la clase social dueña del país.
Después de la invasión militar norteamericana de diciembre de 1989, el gobierno
de turno observó plácidamente como sus riquezas arqueológicas fueron saqueadas
por la soldadesca extranjera que se adueñó del país durante esas traumáticas
semanas. Esa misma clase social sin historia y sin proyecto de nación decidió
trasladar el Museo Antropológico Reina Torres de Arauz (MARTA) de su
emplazamiento majestuoso en la Plaza 5 de Mayo a un lugar inhóspito e
inaccesible en la antigua Zona del Canal (‘áreas revertidas’). Aún más
inaceptable, las piezas históricas del museo que sobrevivieron la invasión
están guardadas en cajas en un sótano húmedo.
Hemos
sido malos panameños con nuestro pasado, nuestros antepasados, toda nuestra
historia. La clase dominante (y gobernante), asistida por una clase política
anodina, imbuida por la lógica de sus amos que sólo piensan en ‘hacer
negocios’, quiere borrar nuestra historia republicana y, además, hacer
inaccesible el pasado ancestral.
En ese
sótano de MARTA están los antecedentes de las luchas de nuestra juventud que se
enfrentó al ocupante en el siglo XX. En la humedad de ese sótano podemos
encontrar el coraje y rebeldía que caracteriza al pueblo panameño del siglo
XXI. En esas cajas amontonadas por una burocracia disciplinada está la llave
que nos permitiría comprender los retos que debemos enfrentar para construir el
país que queremos para nuestros hijos.
La enorme energía de Reina
Torres fue clave en la creación del
Museo Antropológico que hoy lleva su nombre. Según Ricardo Ríos, MARTA ha sido
“vejado por los directivos del Instituto Nacional de Cultura (INAC) y del
Ministerio de Educación. Actualmente, sus instalaciones (en las áreas
revertidas) son centro de exposiciones de dinosaurios y de réplicas de otras
culturas”. Ríos se pregunta “¿dónde están las expresiones de nuestra cultura?
¿Qué hicieron con ellas? ¿Las desaparecieron como las esculturas de los niños y
los juegos de antaño? ¿Quiénes tienen nuestra orfebrería, cerámica y artesanía
precolombina? ¿Qué hicieron con las esculturas de la cultura de Barriles? ¿Por
qué el INAC y MEDUCA no organizan una gran exposición con los recientes descubrimientos
de los tesoros arqueológicos de la cultura del Gran Coclé?”
Los llanos del Chirú son el asiento de la cultura del Gran Coclé. En su subsuelo se encuentran las piezas de una cultura que puede despejar nuestras dudas sobre el pasado del istmo. En el sitio Conte, nos recuerda Ríos, “se produjo el primer encuentro arqueológico (a principios del siglo XX). Eran los tiempos de la ‘Patria Boba’. Hoy sus principales piezas de orfebrería se exhiben en EEUU”. A pesar de que Reina Torres de Araúz hizo todo por rescatar las piezas, la desidia oficial impidió que sus diligencias tuvieran éxito.
En la actualidad, en El Caño, área del río Grande de Coclé, un equipo de arqueólogos está trabajando en lo que parece que era un sitio ceremonial. Es un conjunto funerario de seis tumbas que son de un período entre los años 750 a 1000 d.C. El trabajo del equipo, que encabeza la panameña Julia Mayo, se inició en 2005 y en 2009 se produjo el descubrimiento del primer entierro.
Según Ríos, “el inventario nos
habla de 120 ajuares de oro y cobre, múltiples adornos, placas para las aljubas
o camisas y las orejeras, incluye también valiosa cerámica. Reina Torres de
Araúz ya nos hablaba de las distintas técnicas usadas por nuestros aborígenes y
sobre la influencia de los aztecas, mayas e incas”. ¿Dónde está MARTA? Sin
duda, hay que sacar a Marta de su ocultamiento. Debería ser la institución a la
cabeza de un movimiento de rescate de nuestro pasado arqueológico. Todos los
jóvenes deben tener la oportunidad de visitar estos sitios que presentan
nuestro pasado y constituyen la llave hacia ese mejor futuro que los panameños
anhelamos. Deben tener a su disposición en MARTA la exhibición de nuestro
pasado precolombino. Al igual que los combates encabezados por nuestra juventud
para recuperar la antigua zona del canal y nuestra soberanía en el siglo XX,
Coclé es una región valiosa para el devenir panameño. Fue el centro de una rica
cultura y, además, como dice Ríos “cuna de Victoriano Lorenzo”.
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