miércoles, 26 de diciembre de 2012

Sin Ambages. Sobre los nombramientos presidenciales

En verdad que da lástima la forma en que el Órgano Legislativo, tan dócilmente, acata las instrucciones del Presidente de la República al ratificar los nombramientos de funcionarios de dudosa independencia y criterio personal. Igual sumisión la de la Procuraduría General y del Órgano Judicial que no encuentran delito alguno en la asignación de partidas del presupuesto nacional a los tránsfugas ni mucho menos en la compra de jamones para que un político bocón haga las veces de Papa Noel con los dineros del Estado al cerrar el 2012, lo que lo hace un año más de ignomia en la conducción del Estado Panameño por parte del Gobierno del Presidente Martinelli.

Pero también da pena, es bueno decirlo, los lloriqueos ácidos, enjundiosos y patéticos de algunos grupos de la sociedad civil y partidos políticos que revolotean sobre el meollo del problema sin tocar el verdadero fondo, argumentando, hipócritamente, que con un nuevo presidente se acabará el autoritarismo, el saqueo del tesoro, la riqueza y los recursos naturales de la nación. Hablemos claro no hay disposiciones constitucionales ni legales que le impidan a este presidente, ni a los próximos, nombrar amigos o socios de negocios en cargos de procurador o magistrados de la Corte Suprema de Justicia o en cualquier otro cargo que requiera honestidad y criterio independiente. Tampoco hay mecanismos efectivos para juzgarlos. Oponerse a estos nombramientos so pretexto que van a favorecer en sus decisiones al Presidente, no es más que un verdadero juicio a priori (aunque los que ya ha nombrado han comprobado su sumisión escandalosamente) que tiene más valor especulativo que fuerza política. La sabiduría popular nos dice que buscándole la cabeza hay que matar la culebra. Veamos.

Desde que Montesquieu presentó su teoría de los tres poderes del Estado (tal como se establece en nuestra actual Constitución Política) para acabar con el absolutismo real, mucha agua ha corrido bajo el puente. Aquella funcionó en una época más ingenua. No conocieron el enorme poder de la economía especulativa financiera, parasitaria de la economía real que, hoy día, tras la máscara del mercado, controla los procesos productivos y burla la voluntad de los pueblos poniendo a los gobiernos, supuestamente elegidos democráticamente, a trabajar para los intereses de estas elites internacionales. Entonces ya no es posible que los ciudadanos dejemos de manos libres a los hombres electos en estos tres poderes pervertidos y embelesados por la magia de los mercados y nos limitemos a cada cinco años renovarlos permitiendo que, impunemente, se vayan a disfrutar de lo hurtado, constitucional, legal y honradamente al pueblo panameño.

La culebra la mataremos pisándole la cabeza con una numerosa participación popular permanente en los asuntos de gobierno. Una nueva Constitución, elaborada y aprobada por una Constituyente Originaria y Soberana, debe dar vida al Poder Ciudadano a la par de los otros tres poderes públicos tradicionales. Un Poder Ciudadano cuya máxima autoridad sea una Asamblea del Poder Ciudadano con la representación de cada uno de los corregimientos que forman el país. Una Asamblea del Poder Ciudadano capaz de nombrar un Tribunal Superior Constitucional para salvaguardar la Constitución, castigar a sus violadores y preservar la pureza del sufragio. Una Asamblea del Poder Ciudadano habilitada para nombrar al Contralor General de la República, al Procurador General y a los Magistrados del Tribunal Electoral.

Los otros tres poderes deben ocuparse de la carpintería social, a administrar los recursos de la Nación para bien común conforme lo establezca la Constitución. El Ejecutivos a administrar los programas de salud y seguridad pública y a construir las obras públicas necesarias; el Legislativo a formular las leyes que permitan la convivencia pacífica y democrática de los panameños y el Judicial a administrar un sistema imparcial y eficaz de justicia; todos vigilados y supervisados por el Poder Ciudadano de manera permanente. Que los presidentes nombren, de acuerdo a requisitos constitucionales a quien le venga en gana, nosotros, el pueblo vigilaremos y castigaremos, en última instancia, a los funcionarios infractores y corruptos desde el Poder Ciudadano.


Movimiento de Bases Torrijistas, diciembre de 2012

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