miércoles, 26 de diciembre de 2012

HISTORIA DE DOS CIUDADES


Juan Carlos Mas –médico.
 
Al recorrer los diversos artículos, notas y comentarios vertidos acerca de del crónico malestar de Colon  – ahora con agravaciones episódicas frecuentes - recordé que allá por los años 80 escribí una colaboración para el periódico Unidad, efectuando una comparación con otro lugar poblado de la república, de la cual la cual no tengo constancia de que se llegara a publicar.  Sin querer ser pretencioso la titulé “Historia de dos ciudades” parafraseando a Charles Dickens. Quise encontrarlo en mis archivos y afortunadamente lo logré. Más abajo lo expongo para los lectores, porque me parece vigente.

“Santiago de Veraguas y Colon tienen indiscutiblemente dos orígenes diferentes y también dos desarrollos separados. Santiago, ligada desde el inicio a la economía  natural agro ganadera, fue el baluarte de las castas conservadoras , definidas así en cuanto se oponían en el siglo XIX a los esfuerzos liberales para modernizar el Istmo y transformarlo en una economía abierta (Hanseática la definían entonces). Está por verse si tal arraigo en la economía natural deba necesariamente etiquetarse como conservador  a la luz de los conceptos sobre autosuficiencia nacional, como parte de la seguridad y soberanía de los pueblos. Lo cierto es que Santiago engendró en el siglo XX trascendentes movimientos sociales y populares ligados a la concepción del papel popular que podía jugar aquella economía.

Portobelo -Colón (así en esa sucesión histórica), nacieron para la economía de tránsito y por tal razón estaban concebidas como un balcón al comercio mundial. Un balcón de una casa concebida sin espacio interior. Finalizado el papel de Portobelo, Colón cumplió en su aún corta vida el rol del anterior  y lo superó con creces. Ya en 1940 Colón era una ciudad de hermosas y limpias calles, avenidas y edificios de amplias recovas, que vistos desde el lóbrego presente evocan cuánto dinero corrió por sus calles.

Santiago y Colon, tan distintas en sus orígenes convergían en un casi agónico malestar en el fin de fiesta oligárquico coincidente con el año 68. Ambas poblaciones estaban virtualmente en el cenagal. Colón había sido víctima de la medicina  que pretendió darle vida al enfermo. Cuando en 1947 Enrique Jiménez creó la Zona Libre estaba intentando suplir,  con una economía volcada al mundo,  el auge cesante de la economía bélica de los 40s. La receta tuvo éxito para la economía pero no para la ciudad ni su población. Desde entonces Colón ha visto pasar por su balcón ingente sumas de dinero  cuyas monedas ruedan catarinas por su frente para ir a ingresar a otras arcas. La Zona Libre se construyó sobre dos pilares de atracción  que son: Las exenciones impositivas; y 2 la garantía de un bajo costo de la mano de obra. Esto marcó a hierro el destino de la fuerza de trabajo colonense. Una fuerza laboral barata debía estar signada por la precariedad. Para asegurar ese ejército de trabajadores de reserva  una silente conjura se cernió sobre la isla de Manzanillo; nunca más se establecieron empresas privadas  que pudieran competir por la mano de obra prisionera de la Zona Libre. Colón, que había sido autosuficiente en pequeños comercios para el abasto de su población los vio cerrar una tas otro. Hasta un diario que tenía la ciudad (Calle 6a) vio cerrar sus páginas por falta del sustrato informativo en una ciudad que, palatinamente, dejaba de serlo para transformarse en un muelle y un almacén. La vida cultural tomo el rumbo de la estructura económica  hacia el destino que hoy conocemos. Para salvar a la ciudad se inventaron nuevas fórmulas dirigidas a reforzar el carácter transitista de su economía. El paciente iba  quejándose más y más, poniéndose pálido y terroso como aquel a quien envenenan lentamente con arsénico. La fórmula recordaba aquella anécdota del médico al cual llamaban el “111” (porque comenzaba con uno, seguía con uno y terminaba con uno), Hacia mediados de la administración del proceso octubrino se ideó crear un polo de desarrollo industrial en la provincia de Colon y estimular la radicación de empresas en el área de Buena vista, bien lejos de la isla de Manzanillo para no establecer competencias por la mano de obra barata que por superior designio le pertenece a la Zona Libre. Por otra parte ese nuevo polo industrial -por su posición- volcaba sus efectos  sobre la ciudad de Panamá  y no sobre la de Colón.

La Refinería  creada por razones estratégicas en Bahía de las Minas, pasaba a ser la única alternativa  de empleo estable y “normal” frente a la Zona Libre, pero fueron cerradas sus operaciones en los gobiernos post-invasión.

Concluyese que Colón es una ciudad rehén de la Zona Libre y solo rompiendo con las quimeras exclusivistas de Zonas y Puertos Libres podrá reencontrase como ciudad. La historia nos ha enseñado que el auge del transitismo es vulnerable por su carácter cíclico En consecuencia la sabiduría aconseja una red de auto-sustentación para las caídas del ciclo.

Santiago durante el proceso octubrino recibió un poderoso impulso que la trasformó en la pujante ciudad que es hoy. La planificación estatal, tan denostada, concibió: el polo cañero en la vecindad de Santiago; el traslado del Mida que no solo trajo una burocracia activa al mercado de consumo de la ciudad, sino que también determino que el sur se transformara en una parte activa de la economía provincial. El papel  de las organizaciones cristianas  de producción en el norte, aunque sin proponerse una ligazón política, terminó por confluir en su praxis económica, sustentando el mismo proyecto del régimen de construir un modelo económico con cierta autarquía, por no estar aligado al transitismo.

Hoy las dos ciudades parecen estar ubicadas en el infantil juego mecánico del sube y baja: Santiago arriba y Colón abajo. La mejor más sofisticada y moderna de las economías tiene a Colon en el pasado. La realidad es que Santiago es una ciudad con hinterland es decir tiene una provincia que administrar y suplir. En cambio Colón es una ciudad pegada como una ventosa a la ruta, sin tener  una provincia que administrar. Un desarrollo sustentable para la ciudad debería contemplar el desarrollo del interior provincial como base de sustentación.

Colón ciudad y Colón provincia; una ciudad sin provincia y una provincia sin capital. Vemos por ejemplo como se reitera el error de concepción del modelo de desarrollo.

Se proyecta un ferry de Cartagena a Colón y se elige a esa ciudad como terminal  panameña del esquema  de transporte concebido con base a su carácter  de terminal de la ruta interoceánica. ¿Por qué no terminar el ferry en Portobelo? Tiene más consecuencia y consistencia unir a ciudades gemelas por su historia.

La adecuación de Portobelo y de la carretera hacia ella  tendría el efecto de construir el interior provincial que señalamos como necesario. Atender a ese polo provincial le significará  a la ciudad de Colón el desarrollo de una actividad no directamente ligada a su carácter transitivo sino a su capitalidad provincial que la obliga a atender a la expansión económica de sus poblaciones dependientes.

La quimera exclusivista presupone descartar todo  otro tipo de combinación de alternativas de desarrollo recargando las esperanzas en el comercio exterior. Dar la vuelta a la concepción del problema… mirar al futuro con óptica de auto sustentación y tener presente la historia”.

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