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Ningún panameño puede tener todas las piezas completas del análisis necesario
para explicar los orígenes, causas directas o indirectas, internas y externas,
razones políticas, lucha de egos, etc. que nos detallen satisfactoriamente
aquella tragedia nacional que cumplirá un cuarto de
siglo.
Es
necesario un conjunto de análisis, la suma de varias perspectivas, amplias y
profundas explicaciones desde varios ángulos, igualmente la ubicación de los
distintos actores principales de aquél drama, pero sobre todo de las causales, e
intentar con ello acercarnos siquiera a una radiografía integral de toda la
fenomenología que provocó aquél drama que se ha quedado en el limbo en relación
a una visión histórica integral. Para estos aniversarios seguirán habiendo
narraciones, artículos, comentarios, flashes televisivos que no tienen algunos
de ellos grandes sustancias más allá de “shows de ocasión”. Todo ello nos deja
todavía en orfandad de explicaciones políticas y sociológicas que unan lo
estratégico con lo táctico- la invasión militar avasalladora y cruel- que es lo
que llega cada tiempo a la memoria del consciente e inconsciente
colectivo.
Sin pretensiones de tener todas las cartas aclaratorias- que ya
manifestamos que no las tiene nadie en particular por la complejidad del tema-
al menos deseamos agregar notas aclaratorias para sumarlas al conjunto de
análisis que seguramente sobrevendrán a esta fecha infausta en varios matices,
no solo en la actuación perversa del régimen de George W. Bush y sus tropas
invasoras.
EL
DESCONCIERTO POLÍTICO ANTE LA MUERTE INESPERADA DE OMAR TORRIJOS
HERRERA.-
El
31 de julio de 1981 dejó a los sectores y actores que rodeaban al Líder
en una profunda conmoción y en ausencia total de planes o programas
alternos de continuidad. Es imperativo señalar nombres, cargos y
responsabilidades, buscando no herir sentimientos pero sí abonar a las
explicaciones, en especial cuando la mayor parte de la sociedad no registra
suficientemente los hechos.
CUADRO MILITAR SUPERIOR:- La Comandancia había sido indudablemente
el epicentro de liderazgo y conducción de todo el proceso político; solo que lo
era únicamente por la presencia y orientación, a nivel de política interna y
externa de un solo hombre: Omar Torrijos. No era por tanto uno de esos
estamentos colegiados o grupales donde la sucesión es real y efectiva; nadie
entre los altos militares era conductor ni líder de nada. Los sucesores por
escalafón, coroneles Florencio Flores y Rubén Paredes, ni estaban preparados-
como nadie lo estaba- para semejante ausencia, y mucho menos tenían la formación
política, la experticia geopolítica y la personalidad para asumir una tarea de
relevo. No eran sucesores sociales identificados como tales. Por esa misma
incapacidad, que igualmente era común no solo en los cuadros
militares en general, sin en la dirigencia administrativa civil y los del
partido, se comenzó por no cumplir “la línea política” que ya había ordenado e
iniciado claramente El General: un repliegue estratégico post firma de Tratados,
para reordenar, reencauzar un proceso interno de cambios políticos
estructurales, a fin de acomodar la institución y el gobierno mismo a nuevas
reglas de juego participativas que nos hicieran encontrar un nuevo modelo
realmente democrático desde la óptica formal, lo que deseaban los opositores y
lo que Omar Torrijos había tácitamente ofrecido a Jimmy Carter y a amigos
internacionales como Carlos Andrés Pérez, Felipe González y José Francisco Peña
Gómez, y por medio de ellos a los aliados de la Internacional Socialista.
Todo aquello empezó a irse por un pozo. El PRD o lo que había de
ello y los alineados políticos con el General, que eran muchos más que los del
partido, quedaron ni más ni menos que como ovejas sin pastor. En nuestro
concepto y por experiencia testimonial los “dirigentes del partido en ese
tiempo” tampoco tenían un ejercicio real de liderazgo activo; no por su culpa,
sino por las mismas razones del liderazgo del General, que sin tener tampoco la
culpa, era absorbente por su carisma y su personalidad protectora y guía “no
endosable”. ¿No preparó Omar Torrijos su relevo en caso de muerte? Lo previó a
nivel institucional, dejando un partido como heredero de causas sociales; pero
sorprendido él por su atentado, en efecto no dejó testamentos políticos, más
allá de la sucesión civil- Royo- De La Espriella- que nunca constituyó en
nuestro criterio ningún liderazgo real, circunscribiéndose a sus roles de
administradores burocráticos, sin mayores efectos de conducción de masas, ni
siquiera de guías internos del partido, porque nos consta que tal cosa lo
ejercían otros, en las naturales contiendas de egos, propios y consustanciales
con la psicología latinoamericana y tropical. En síntesis, la institución
militar y a la vez la conducción política recaía en Omar Torrijos y éste no dejó
a nadie testamentariamente, pública o privadamente, encargado de
tal sucesión.
EL
REPLIEGUE INCUMPLIDO:- Los que estuvimos tan cerca del Líder sabemos que él en
efecto dejó de funcionar en el nivel de la administración, tanto como le fue
posible. No asistía para ese tiempo- pese a reiteradas invitaciones- a los
Consejos de Estado; tampoco aceptaba las invitaciones formales protocolares ni
intervenía en “contrataciones públicas ni gestiones regulares del gobierno”. Se
atrincheró anímicamente en los laberintos geopolíticos subregionales
(Centroamérica), que lo llevó a ocuparse más de ello que de lo interno. Quiso
hacerlo, necesitaba hacerlo, pero por su temperamento activo y no “jubilable”,
menos en una edad tan joven, productiva y con tantísimo conocimiento global como
la que tenía en su muerte, solo 52 años, le era casi imposible; ni siquiera a la
fecha, con tanto “desarrollo normativo social” es esa una edad de jubilación.
Sus contactos con los Sandinistas- ya en el poder- buscar que éstos conformaran
una alianza social interna y una relación internacional “potable” sin irse a
ningún extremo; la revolución en El Salvador y su dinámica aunque reservada
intervención en ese conflicto doloroso de una sociedad que conoció más que
ningún panameño por haber estudiado allí, le ligó a los dirigentes clásicos del
FMNL, a la vez que influyó intensamente en algunos oficiales altos del ejército,
uno de ellos el coronel Adolfo Majano- al cual veía sigilosamente en Panamá, y
el mismo que llega a tener un nivel participativo en la Junta de Reconciliación
Nacional. En el plano anímico, era notorio que dejar de lado “sus patrullajes
domésticos”, intentar evadir las constantes llamadas y pedidos de orientación e
intervención de sectores campesinos, sindicales, gremiales y sociales que le
solicitaban audiencias e intervenciones, eso le hizo refugiarse en su hábitat de
Coclesito, disimulando en ese ambiente bucólico su honda depresión, que pudimos
observarle algunos de los pocos que teníamos o debíamos verle. En nuestro caso
nos consta que no deseaba ya ni siquiera poner atención a la correspondencia
internacional, que crecía en entusiasmo sobre el personaje, por el natural
impacto de la personalidad del Líder. En ese estado psico-afectivo se fue Omar
al infinito y a la memoria colectiva.
¿QUÉ SUCESIÓN OCURRE EN LA PRÁCTICA? En síntesis
sobrevino un “leseferismo” práctico. El coronel Flores se encarga sin un plan de
acción de la Comandancia; además él no sabía de política. Aristides Royo sabe
que tampoco puede “mandar”, por estar simplemente en una “función delegada” y no
propia. Los ministros aguardan sin líneas y cada cual busca ajustarse a lo que
siente o piensa. Hay un enorme vacío en los cuarteles y en los pasillos
burocráticos. El propio PRD o lo que significa entonces ese partido- que siempre
recibía “las líneas del General”, no puede hacer otra cosa que seguir
esperándolas de los uniformados; éstos, los de la cúpula, Flores, Paredes,
Contreras (un símil distinto de los anteriores “3 comandantes”) carecen de
iniciativas, formación política, vínculos con gremios, sindicatos, campesinos, y
menos lo tienen con un desconocido mundo internacional, de manera que cada
“parte” al esperar de la otra, todas quedan en ese leseferismo político- social,
que arrastra a todos a una inmovilidad y a aferrarse a la sobrevivencia
pragmática, sin programaciones ni objetivos, ni siquiera a corto plazo. Todo se
había derrumbado con Omar Torrijos en Cerro Marta.
LAS TERRIBLES CONSECUENCIAS.- No es posible identificar “culpables
solitarios” sin pecar de omisiones o de cargos injustos. Los de uniforme, con
Paredes a la cabeza, luego de la jubilación forzosa de Flores, buscan apegarse
al poder tanto como Royo y los civiles en el alto escenario administrativo. Los
del partido buscan entre esos componentes su reacomodo ante la crisis. El rumbo
a partir de Paredes se torna opuesto a las líneas conocidas, más o menos social
demócratas. Con fuerte influencia de mentores tipo Dulcidio González y Mayín
Correa, entre otros, Paredes busca derechizar el sistema. Estados Unidos, su
embajada y los primeros enviados del régimen Reagan-Bush, imponen la onda de
mediatizar el conflicto centroamericano también a la derecha que les sea
posible. Bush, el actor geopolítico y mentor maestro de la CIA moderna, dirige
los hilos de los generales y coroneles del Salvador, Honduras, Guatemala, y
utiliza las conexiones heredadas del liderazgo de Omar, a fin de enviar con los
altos oficiales panameños mensajes a Fidel Castro (nos consta personalmente)
para minimizar la creciente ola de izquierdización del área, donde también era
evidente la mano conductora del líder cubano. Washington cambia la brújula y
busca la antípoda de Carter y sus estrategas que comprendieron, precisamente con
Omar, Carlos Andrés y otros, que “no se podía contener las presiones sociales de
esa región de retraso, injusticia y hegemonías de clanes, con represiones, sino
con una mesa más extendida que invitara a todos los actores”, tanto en
Nicaragua, bordeando el sectarismo, como en El Salvador, con generales como
García y otros “que comían gentes”. Carter había incluso presionado por medio de
un subsecretario-Vacky- la renuncia del presidente monigote de los clanes
cafeteros-General Romero- y a la vez Torrijos intentaba influir en los coroneles
más progresistas. Pero igualmente cabe señalar que Omar deseaba que Ortega,
Borges y los otros líderes nicaragüenses, comprendieran que no podían llevar su
revolución a la cubana, porque no había condiciones regionales para tal cosa.
Tarea casi imposible para el líder panameño, que sin embargo, obtuvo más en El
Salvador, aunque nunca soñara con dos gobiernos por elecciones surgidos de las
entrañas del FMLN y los más de 70,000 muertos en esa guerra civil. ¿A qué podía
saberle a George Bush, padre, el enterarse más por boca del General Vernon
Walters de la CIA que Torrijos recibía y llevaba en su propio Jet a los
comandantes Joaquín Villalobos y a sus compañeros del ala de mando política con
sede en México hasta Farallón? Ustedes pueden imaginarse. Esa suma de varias
sumas, hacen que Omar sea identificado como “un objetivo de represalias
inminente” frente a los planes escondidos de “La Contra” y el derrocamiento de
los Sandinistas y el cambio de los escenarios en El Salvador y la sub región,
incluyendo por supuesto a Panamá. El General debía ser “expulsado” y para
siempre. Otros estaban inscritos en sus “listas preferentes de la CIA y de
Washington”, incluyendo con prioridad al que ustedes deben imaginar; es decir, a
quién tenían ya matriculado desde años atrás. Por más que desde bastiones de la
Internacional Socialista, líderes afines al General, como Peña Gómez, un
vicepresidente y otros, como Felipe González, ya emergente en el mando de
España, intentan influir, los principales oídos militares y civiles o están
sordos o no tienen vocación de contradecir al imperio. Los conflictos y rejuegos
internos entre Paredes y el otro, la remoción de Royo por De La Espriella y
otras consecuencias, son menos importante que lo más vital: USA cambiaba 180
grados las reglas de juego que no pudo jamás imponerle a Omar Torrijos, y Panamá
vuelve a quedar no bajo el paraguas sino dentro del paraguas del Pentágono.
LA
INVASIÓN.- Para aquél desgraciado diciembre de 1989, los cuadros y
naipes habían cambiado mucho. El usurpador del poder, había integrado la
institución militar con oficiales aduladores y cómplices de oscuras
componendas del narcotráfico que luego salen a relucir en Miami;
para hacerlo, tenía que “domar subalternos” o expulsar de cualquier modo a los
que no estuvieran de acuerdo; la mayoría de los coroneles sobrevivientes cierran
sus bocas por terror, mientras el señor de los cielos edifica un nuevo sistema
de “Estado Mayor Especial” que le sirva a sus propósitos. Desde mediados de 1983
hasta el fin de 1989, un largo camino negro cubre los actos políticos, por
acción u omisión, donde todos, militares o civiles, debemos reconocer culpas,
fallas, acciones u omisiones, que coadyuvaron a los resultados catastróficos que
se dan luego. Las propias fuerzas de “la oposición” se dedican
solamente a buscar “la expulsión del hombre que los amenazaba”, hacer lobbies
incluyendo el pedido de la propia invasión militar, sin más estrategias; también
estaban huérfanos de liderazgos reales, porque ya el “caudillo” estaba
viejo y desgastado. Su actuación de calles, sus “cruzadas civilistas”, si
bien estaban motivadas en los hechos degradantes que les hostigaban, se montaron
encima de las emociones que causó los hechos de las denuncias y riesgos a partir
del 6 de junio de 1987. Cosecharon de esas explosiones, sin agendas
constructivas. Aquellos actos de esas fechas no pudieron ser
comprendidos por los llamados “Torrijistas”, y solo después de la invasión, y
las confesiones del juicio de Florida, se pueden analizar con más ingredientes,
luego de que se ventila que en esos largos 6 años alguien estuvo simplemente
usando el poder por el poder y el dinero. Ninguna voz del partido- debemos
destacarlo- pese a los talentos intelectuales que habían- se alzó jamás para
denunciar o siquiera intentar discutir tal trama sórdida- sin duda por el
imperativo del miedo y la praxis de sobrevivencia. Escuchamos hoy voces líricas
hablando de “patriotismos y heroísmos” en plena guerra, pero amnésicos de los
orígenes reales de la misma. Todo eso queda aún por escribir, pero escribir de
verdad, con valor, con coraje y autocrítica.
Las ocurrencias de la invasión, sus dolores de parto, la
responsabilidad o irresponsabilidad de los autores militares y políticos, tan
dolorosas como la misma crueldad de los invasores, no se puede
cubrir con simples relatos de “parchecitos” o “acciones heroicas”- que sin duda
las hubo, aisladas y variadas- así como evidentes abandonos y cobardías, pero
que se quedan sin tocar fondos. La entrega sumisa y escondida del “supuesto
líder ocasional” a los propios invasores, y su actuación dolorosa, era obvio que
no llegaba de repente aquél diciembre, venía desde antes; eso pareciera que aún
hay temor de tocarlo. Aportes como el documental “INVASIÓN”
constituyen un esfuerzo y un clamor social para que lleguemos a esos fondos, hoy
todavía inexistentes, pero que por imperativo histórico se le adeuda a esta
sociedad con peligros de quedar amnésica de historias reales, siquiera
aproximadamente, ya que la historia de ningún país es jamás totalmente cierta o
explicada integralmente.
Roberto Díaz Herrera
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