domingo, 14 de diciembre de 2014

INVASIÓN A 25 AÑOS…

… Ningún panameño puede tener todas las piezas completas del análisis necesario para explicar los orígenes, causas directas o indirectas, internas y externas, razones políticas, lucha de egos, etc. que nos detallen satisfactoriamente aquella tragedia nacional que cumplirá un cuarto de siglo.
Es necesario un conjunto de análisis, la suma de varias perspectivas, amplias y profundas explicaciones desde varios ángulos, igualmente la ubicación de los distintos actores principales de aquél drama, pero sobre todo de las causales, e intentar con ello acercarnos siquiera a una radiografía integral de toda la fenomenología que provocó aquél drama que se ha quedado en el limbo en relación a una visión histórica integral. Para estos aniversarios seguirán habiendo narraciones, artículos, comentarios, flashes televisivos que no tienen algunos de ellos grandes sustancias más allá de “shows de ocasión”. Todo ello nos deja todavía en orfandad de explicaciones políticas y sociológicas que unan lo estratégico con lo táctico- la invasión militar avasalladora y cruel- que es lo que llega cada tiempo a la memoria del consciente e inconsciente colectivo.
Sin pretensiones de tener todas las cartas aclaratorias- que ya manifestamos que no las tiene nadie en particular por la complejidad del tema- al menos deseamos agregar notas aclaratorias para sumarlas al conjunto de análisis que seguramente sobrevendrán a esta fecha infausta en varios matices, no solo en la actuación perversa del régimen de George W. Bush y sus tropas invasoras.
EL DESCONCIERTO POLÍTICO ANTE LA MUERTE INESPERADA DE OMAR TORRIJOS HERRERA.-
El 31 de julio de 1981 dejó a los sectores y actores que rodeaban al Líder  en una profunda conmoción y en ausencia total de planes o programas alternos de continuidad. Es imperativo señalar nombres, cargos y responsabilidades, buscando no herir sentimientos pero sí abonar a las explicaciones, en especial cuando la mayor parte de la sociedad no registra suficientemente los hechos.
CUADRO MILITAR SUPERIOR:- La Comandancia había sido indudablemente el epicentro de liderazgo y conducción de todo el proceso político; solo que lo era únicamente por la presencia y orientación, a nivel de política interna y externa de un solo hombre: Omar Torrijos. No era por tanto uno de esos estamentos colegiados o grupales donde la sucesión es real y efectiva; nadie entre los altos militares era conductor ni líder de nada. Los sucesores por escalafón, coroneles Florencio Flores y Rubén Paredes, ni estaban preparados- como nadie lo estaba- para semejante ausencia, y mucho menos tenían la formación política, la experticia geopolítica y la personalidad para asumir una tarea de relevo. No eran sucesores sociales identificados como tales. Por esa misma incapacidad, que igualmente era común no solo en  los cuadros militares en general, sin en la dirigencia administrativa civil y los del partido, se comenzó por no cumplir “la línea política” que ya había ordenado e iniciado claramente El General: un repliegue estratégico post firma de Tratados, para reordenar, reencauzar un proceso interno de cambios políticos estructurales, a fin de acomodar la institución y el gobierno mismo a nuevas reglas de juego participativas que nos hicieran encontrar un nuevo modelo realmente democrático desde la óptica formal, lo que deseaban los opositores y lo que Omar Torrijos había tácitamente ofrecido a Jimmy Carter y a amigos internacionales como Carlos Andrés Pérez, Felipe González y José Francisco Peña Gómez, y por medio de ellos a los aliados de la Internacional Socialista.
Todo aquello empezó a irse por un pozo. El PRD o lo que había de ello y los alineados políticos con el General, que eran muchos más que los del partido, quedaron ni más ni menos que como ovejas sin pastor. En nuestro concepto y por experiencia testimonial los “dirigentes del partido en ese tiempo” tampoco tenían un ejercicio real de liderazgo activo; no por su culpa, sino por las mismas razones del liderazgo del General, que sin tener tampoco la culpa, era absorbente por su carisma y su personalidad protectora y guía “no endosable”. ¿No preparó Omar Torrijos su relevo en caso de muerte? Lo previó a nivel institucional, dejando un partido como heredero de causas sociales; pero sorprendido él por su atentado, en efecto no dejó testamentos políticos, más allá de la sucesión civil- Royo- De La Espriella- que nunca constituyó en nuestro criterio ningún liderazgo real, circunscribiéndose a sus roles de administradores burocráticos, sin mayores efectos de conducción de masas, ni siquiera de guías internos del partido, porque nos consta que tal cosa lo ejercían otros, en las naturales contiendas de egos, propios y consustanciales con la psicología latinoamericana y tropical. En síntesis, la institución militar y a la vez la conducción política recaía en Omar Torrijos y éste no dejó a nadie testamentariamente,  pública o privadamente, encargado de tal sucesión.
EL REPLIEGUE INCUMPLIDO:- Los que estuvimos tan cerca del Líder sabemos que él en efecto dejó de funcionar en el nivel de la administración, tanto como le fue posible. No asistía para ese tiempo- pese a reiteradas invitaciones- a los Consejos de Estado; tampoco aceptaba las invitaciones formales protocolares ni intervenía en “contrataciones públicas ni gestiones regulares del gobierno”. Se atrincheró anímicamente en los laberintos geopolíticos subregionales (Centroamérica), que lo llevó a ocuparse más de ello que de lo interno. Quiso hacerlo, necesitaba hacerlo, pero por su temperamento activo y no “jubilable”, menos en una edad tan joven, productiva y con tantísimo conocimiento global como la que tenía en su muerte, solo 52 años, le era casi imposible; ni siquiera a la fecha, con tanto “desarrollo normativo social” es esa una edad de jubilación. Sus contactos con los Sandinistas- ya en el poder- buscar que éstos conformaran una alianza social interna y una relación internacional “potable” sin irse a ningún extremo; la revolución en El Salvador y su dinámica aunque reservada intervención en ese conflicto doloroso de una sociedad que conoció más que ningún panameño por haber estudiado allí, le ligó a los dirigentes clásicos del FMNL, a la vez que influyó intensamente en algunos oficiales altos del ejército, uno de ellos el coronel Adolfo Majano- al cual veía sigilosamente en Panamá, y el mismo que llega a tener un nivel participativo en la Junta de Reconciliación Nacional. En el plano anímico, era notorio que dejar de lado “sus patrullajes domésticos”, intentar evadir las constantes llamadas y pedidos de orientación e intervención de sectores campesinos, sindicales, gremiales y sociales que le solicitaban audiencias e intervenciones, eso le hizo refugiarse en su hábitat de Coclesito, disimulando en ese ambiente bucólico su honda depresión, que pudimos observarle algunos de los pocos que teníamos o debíamos verle. En nuestro caso nos consta que no deseaba ya ni siquiera poner atención a la correspondencia internacional, que crecía en entusiasmo sobre el personaje, por el natural impacto de la personalidad del Líder. En ese estado psico-afectivo se fue Omar al infinito y a la memoria colectiva.
¿QUÉ SUCESIÓN OCURRE EN LA PRÁCTICA?  En síntesis sobrevino un “leseferismo” práctico. El coronel Flores se encarga sin un plan de acción de la Comandancia; además él no sabía de política. Aristides Royo sabe que tampoco puede “mandar”, por estar simplemente en una “función delegada” y no propia. Los ministros aguardan sin líneas y cada cual busca ajustarse a lo que siente o piensa. Hay un enorme vacío en los cuarteles y en los pasillos burocráticos. El propio PRD o lo que significa entonces ese partido- que siempre recibía “las líneas del General”, no puede hacer otra cosa que seguir esperándolas de los uniformados; éstos, los de la cúpula, Flores, Paredes, Contreras (un símil distinto de los anteriores “3 comandantes”) carecen de iniciativas, formación política, vínculos con gremios, sindicatos, campesinos, y menos lo tienen con un desconocido mundo internacional, de manera que cada “parte” al esperar de la otra, todas quedan en ese leseferismo político- social, que arrastra a todos a una inmovilidad y a aferrarse a la sobrevivencia pragmática, sin programaciones ni objetivos, ni siquiera a corto plazo. Todo se había derrumbado con Omar Torrijos en Cerro Marta.
LAS TERRIBLES CONSECUENCIAS.- No es posible identificar “culpables solitarios” sin pecar de omisiones o de cargos injustos. Los de uniforme, con Paredes a la cabeza, luego de la jubilación forzosa de Flores, buscan apegarse al poder tanto como Royo y los civiles en el alto escenario administrativo. Los del partido buscan entre esos componentes su reacomodo ante la crisis. El rumbo a partir de Paredes se torna opuesto a las líneas conocidas, más o menos social demócratas. Con fuerte influencia de mentores tipo Dulcidio González y Mayín Correa, entre otros, Paredes busca derechizar el sistema. Estados Unidos, su embajada y los primeros enviados del régimen Reagan-Bush, imponen la onda de mediatizar el conflicto centroamericano también a la derecha que les sea posible. Bush, el actor geopolítico y mentor maestro de la CIA moderna, dirige los hilos de los generales y coroneles del Salvador, Honduras, Guatemala, y utiliza las conexiones heredadas del liderazgo de Omar, a fin de enviar con los altos oficiales panameños mensajes a Fidel Castro (nos consta personalmente) para minimizar la creciente ola de izquierdización del área, donde también era evidente la mano conductora del líder cubano. Washington cambia la brújula y busca la antípoda de Carter y sus estrategas que comprendieron, precisamente con Omar, Carlos Andrés y otros, que “no se podía contener las presiones sociales de esa región de retraso, injusticia y hegemonías de clanes, con represiones, sino con una mesa más extendida que invitara a todos los actores”, tanto en Nicaragua, bordeando el sectarismo, como en El Salvador, con generales como García y otros “que comían gentes”. Carter había incluso presionado por medio de un subsecretario-Vacky- la renuncia del presidente monigote de los clanes cafeteros-General Romero- y a la vez Torrijos intentaba influir en los coroneles más progresistas. Pero igualmente cabe señalar que Omar deseaba que Ortega, Borges y los otros líderes nicaragüenses, comprendieran que no podían llevar su revolución a la cubana, porque no había condiciones regionales para tal cosa. Tarea casi imposible para el líder panameño, que sin embargo, obtuvo más en El Salvador, aunque nunca soñara con dos gobiernos por elecciones surgidos de las entrañas del FMLN y los más de 70,000 muertos en esa guerra civil. ¿A qué podía saberle a George Bush, padre, el enterarse más por boca del General Vernon Walters de la CIA que Torrijos recibía y llevaba en su propio Jet a los comandantes Joaquín Villalobos y a sus compañeros del ala de mando política con sede en México hasta Farallón? Ustedes pueden imaginarse. Esa suma de varias sumas, hacen que Omar sea identificado como “un objetivo de represalias inminente” frente a los planes escondidos de “La Contra” y el derrocamiento de los Sandinistas y el cambio de los escenarios en El Salvador y la sub región, incluyendo por supuesto a Panamá. El General debía ser “expulsado” y para siempre. Otros estaban inscritos en sus “listas preferentes de la CIA y de Washington”, incluyendo con prioridad al que ustedes deben imaginar; es decir, a quién tenían ya matriculado desde años atrás. Por más que desde bastiones de la Internacional Socialista, líderes afines al General, como Peña Gómez, un vicepresidente y otros, como Felipe González, ya emergente en el mando de España, intentan influir, los principales oídos militares y civiles o están sordos o no tienen vocación de contradecir al imperio. Los conflictos y rejuegos internos entre Paredes y el otro, la remoción de Royo por De La Espriella y otras consecuencias, son menos importante que lo más vital: USA cambiaba 180 grados las reglas de juego que no pudo jamás imponerle a Omar Torrijos, y Panamá vuelve a quedar no bajo el paraguas sino dentro del paraguas del Pentágono.
LA INVASIÓN.-  Para aquél desgraciado diciembre de 1989, los cuadros y naipes habían cambiado mucho. El usurpador del poder, había integrado la institución militar con oficiales aduladores y cómplices de oscuras componendas  del narcotráfico que luego salen a relucir en Miami; para hacerlo, tenía que “domar subalternos” o expulsar de cualquier modo a los que no estuvieran de acuerdo; la mayoría de los coroneles sobrevivientes cierran sus bocas por terror, mientras el señor de los cielos edifica un nuevo sistema de “Estado Mayor Especial” que le sirva a sus propósitos. Desde mediados de 1983 hasta el fin de 1989, un largo camino negro cubre los actos políticos, por acción u omisión, donde todos, militares o civiles, debemos reconocer culpas, fallas, acciones u omisiones, que coadyuvaron a los resultados catastróficos que se dan luego.  Las propias fuerzas de “la oposición” se dedican solamente a buscar “la expulsión del hombre que los amenazaba”, hacer lobbies incluyendo el pedido de la propia invasión militar, sin más estrategias; también estaban huérfanos de liderazgos reales, porque ya el “caudillo” estaba  viejo y desgastado. Su actuación de calles, sus “cruzadas civilistas”, si bien estaban motivadas en los hechos degradantes que les hostigaban, se montaron encima de las emociones que causó los hechos de las denuncias y riesgos a partir del 6 de junio de 1987. Cosecharon de esas explosiones, sin agendas constructivas.  Aquellos actos de esas fechas no pudieron ser comprendidos por los llamados “Torrijistas”, y solo después de la invasión, y las confesiones del juicio de Florida, se pueden analizar con más ingredientes, luego de que se ventila que en esos largos 6 años alguien estuvo simplemente usando el poder por el poder y el dinero. Ninguna voz del partido- debemos destacarlo- pese a los talentos intelectuales que habían- se alzó jamás para denunciar o siquiera intentar discutir tal trama sórdida- sin duda por el imperativo del miedo y la praxis de sobrevivencia. Escuchamos hoy voces líricas hablando de “patriotismos y heroísmos” en plena guerra, pero amnésicos de los orígenes reales de la misma. Todo eso queda aún por escribir, pero escribir de verdad, con valor, con coraje y autocrítica.
Las ocurrencias de la invasión, sus dolores de parto, la responsabilidad o irresponsabilidad de los autores militares y políticos, tan dolorosas como la  misma crueldad de los invasores, no se puede cubrir con simples relatos de “parchecitos” o “acciones heroicas”- que sin duda las hubo, aisladas y variadas- así como evidentes abandonos y cobardías, pero que se quedan sin tocar fondos. La entrega sumisa y escondida del “supuesto líder ocasional” a los propios invasores, y su actuación dolorosa, era obvio que no llegaba de repente aquél diciembre, venía desde antes; eso pareciera que aún hay temor de tocarlo. Aportes como el documental  “INVASIÓN” constituyen un esfuerzo y un clamor social para que lleguemos a esos fondos, hoy todavía inexistentes, pero que por imperativo histórico se le adeuda a esta sociedad con peligros de quedar amnésica de historias reales, siquiera aproximadamente, ya que la historia de ningún país es jamás totalmente cierta o explicada integralmente.    
Roberto Díaz Herrera 

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