miércoles, 17 de diciembre de 2014

¿POR QUÉ ESTADOS UNIDOS INVADIÓ A PANAMA EN 1989?

Por Olmedo Beluche
(Extracto del libro La verdad sobre la invasión)
La invasión norteamericana a  Panamá, la madrugada del 20 de diciembre de 1989, fue la culminación y desenlace de un proceso de crisis política, económica y social que se originó va­rios años antes.  La década de 1980 estuvo mar­cada, en Panamá, por las crecientes luchas obre­ras y populares que se en­frentaron a los distintos gobiernos del régimen militar, a sus planes eco­nómicos, a su origen antidemocrático y a sus medidas represivas.
 
Las movilizaciones populares arreciaron y terminaron por liquidar la base social de susten­tación del régimen militar, que en 1984, mediante un pacto entre la embajada de Estados Unidos y la cúpula militar, impuso en la Presidencia de la República al ex vicepresidente del Banco Mundial, Nicolás Ardito Barletta.  La intención de imponer el gobierno de Ardito Barletta era la de llevar a cabo un plan de “democratización” controlado para aplicar las medidas eco­nómicas fondomonetaristas dicta­das por los intereses financieros del imperialismo norteame­ricano. 
 
Sin embargo, los trabajadores y las masas populares panameñas des­tro­za­ron con sus luchas este pacto (Reagan - Noriega).  Entre 1984 y 1987 se produjeron múltiples huelgas y movilizacio­nes contra los planes fondomonetaristas de Ardito Barletta y su sucesor Eric A. Delvalle.  
 
En ese período los trabaja­dores del sector privado, dirigidos por el Consejo Nacional de Trabajadores Organizados (CONATO), realizaron dos huelgas generales, la última de diez días de duración.  Los trabajadores del sector público realizaron siete pa­ros nacionales dirigidos por la FENASEP.  Los gremios médicos y magiste­riales llevaron a cabo al menos dos paros nacionales dirigidos por la Coor­dinadora Civilista Nacional (COCINA), uno de los cuales infringió la pri­mera de­rrota al plan fondomonetarista al lograr la derogación de la Ley 46 en octubre de 1984.  Esto sin contar con las huelgas sectoriales o por empresas e instituciones por motivos específicos, las protestas ba­rriales y las movilizaciones directamente políticas como las que se pro­dujeron a raíz del asesinato de Hugo Spadafora.
 
Este fue el clima de luchas sociales reinante durante el régimen encabe­zado por el general Manuel A. Noriega. A estas protestas populares se su­maron las contradicciones por el poder a lo interno del sector civil militar del régimen y las maquinaciones de la Alianza Democrática de Oposición. La combinación de todos estos factores estuvo presente en el momento del estallido popular que siguió a las declaraciones del coronel Roberto Díaz Herrera en junio de 1987. 
 
Las movilizaciones populares de junio, julio y agosto de ese año marcan el punto más bajo de credi­bilidad para el régimen político imperante. Credibilidad que Noriega y su régimen no volverían a recobrar. El régimen había hecho crisis y el imperialismo, la bur­guesía panameña y los mili­tares divergían sobre quién debía pagar los pla­tos rotos. Era necesario un recambio para estabi­lizar la situación y evitar que una verdadera e incontrolable revolución popular barriera el régimen. La clase dominante panameña, así como cada vez más el gobierno nortea­mericano, exigían la salida de Noriega para salvar la situación. Noriega no estaba de acuerdo.
 
La Cruzada Civilista organizada por los sectores empresariales pro im­perialistas al calor de esas movilizaciones buscaba, y lo logró, consti­tuirse en la dirección política del descontento de las masas que era en gran medida espontáneo, o dirigido por sindicatos y gremios que se queda­ban en los reclamos económicos sin plantearse la organización de una alternativa política de carácter popular en oposición al régimen militar.
 
La Cruzada Civilista y después la ADO - Civilista, se constituyeron en las fichas de recambio que el imperialismo quería para el desgastado régimen de Noriega.  La Cruzada se propuso eri­girse en dirección política de las ma­sas para luego impregnarlas de sus métodos de “lucha” ino­cuos (rezos, pa­ñuelos, caravanas y paros empresariales), y finalmente llevarlas a la des­movilización bajo la convicción de que de afuera vendría la “solución” a los problemas del pue­blo panameño.  Que los principales dirigentes sindicales y populares del país aparecieran res­paldando al impopular régimen de No­riega, así como el hecho de que no surgiera una  oposición masiva al régimen desde la izquierda, ayudó a los propósitos de la Cruzada Civilista y al impe­rialismo norteamericano.
 
El régimen de Noriega respondió a las presiones políticas del imperia­lismo, a sus sanciones económicas y a sus amenazas militares arreciando la represión a las libertades democráticas internas, haciendo recaer sobre los trabajadores el peso de la crisis económica y no tocando ni un centavo a las transnacionales yanquis y a sus socios panameños que aupaban la inter­vención norteamericana. Todo esto llevó a que, por primera vez desde 1903, un sector impor­tante de las capas medias y altas apoyaron abiertamente la intervención militar norteameri­cana. De esta manera se resquebrajó la tradición de dé­cadas de rechazo rotundo de la mayoría de los panameños a la presencia norteamericana en nuestro país.
 
Este preámbulo histórico, cuyos elementos centrales deben ser materia de un análisis más detenido en futuras investigaciones, ha sido necesario para que se comprenda el clima polí­tico reinante en diciembre de 1989 que posibilita la sangrienta invasión norteamericana y se en­tienda por qué algunos sectores del país, lejos de combatir al ejército invasor, lo reciben con los brazos abiertos.
 
Este preámbulo también sirve para comprender el comportamiento in­consecuente de la cú­pula militar norieguista. La dirección de las FDP no alertó a la población. Por el contrario, escon­dió desde días antes armas de alto calibre, únicas capaces de enfrentar exitosamente a la aviación y a los tanques enemigos (como los llamados “RPG”). Se negó a entregar armas a mu­chos miembros de los Batallo­nes de la Dignidad y civiles que se acercaron a los cuarteles. Final­mente, salvo honrosas excepciones, acabó  entregándose sin disparar un solo tiro.
 
Pero esta dramática situación política y militar, que presagiaba la vic­toria de la invasión norteamericana, engrandece la figura de aquellos cientos  y miles de hombres y mujeres pana­meños que esa madrugada y los días subsiguientes empuñaron un arma para defender la patria agredida.  Estas circunstancias otorgan el carácter de héroes nacionales a aquellos solda­dos y suboficiales de las Fuerzas de Defensa, a aquellos combatientes de los Batallones de la Dignidad y a aquellos civiles que murieron defendiendo nuestro inalienable derecho a ser un país sobe­rano e independiente.
El año de 1989 estuvo completamente marcado por la agudización de la crisis política in­terna y por el aumento descarado de las maniobras militares norteamericanas en áreas no de­signadas para ese efecto por los tratados Torrijos-Carter.
 
Estos acontecimientos se sucedieron de manera vertiginosa: La anulación de las elecciones del 7 de mayo; el envío de dos mil nuevos soldados norteamericanos a las bases acantonadas en Panamá; el fallido intento de mediación de la OEA; la instalación del gobierno provisional del presidente Francisco Rodríguez; el no re­conocimiento diplomático de Estados Unidos; el intento golpista del 3 de octu­bre, con su saldo de muertos;  el Senado otorgó plenos poderes a George Bush para actuar en Pa­namá; nuevas san­ciones contra el gobierno y empresas privadas panameñas anunciadas el 19 de octubre por Was­hington; la aprobación de las llamadas “leyes de guerra”; el aumento de las maniobras militares norteamericanas en áreas civiles pa­nameñas y los primeros enfrentamientos “verbales” de los Batallones de la Dignidad con los marines; el anuncio de mayores sanciones a partir de 1990 con el no reconocimiento del nuevo administrador del Canal propuesto por Panamá y la prohi­bición de arribo de buques de bandera panameña a puertos norteamericanos.
 
Los cinco días anteriores a la invasión los hechos se suceden con mayor velocidad aún:  El día 15 de diciembre la Asamblea Nacional de Representantes de Corregimientos designan al ge­neral Manuel A. Noriega como jefe de Gobierno para "conducir al país mientras persista el estado de guerra que sufre la República de Panamá, como consecuencia de la constante y despiadada agresión desarrollada por Estados Unidos de Norteamérica”.  Otra resolución “declara a la Re­pública de Panamá en estado de guerra, mientras dure la agresión desatada contra el pueblo pa­nameño por el gobierno de Estados Unidos de América...(Los acuerdos de la Asamblea de Repre­sentantes no tenían fuerza de ley.  Más bien reflejaban el sentir de un sector cercano al gobierno de turno).
 
Al día siguiente, sábado 16, a las 9 de la noche, un vehículo conducido por soldados nortea­mericanos vestidos de civil rompe las barreras de los retenes ubicados frente al Cuartel Central de las Fuerzas de Defensa de Panamá y abren fuego. Los soldados panameños apostados en el lu­gar, devuelven el fuego hiriendo de muerte al teniente Robert Paz Fisher.  El domingo 18, a las 11:30 a.m., un infante de marina dispara contra el cabo César Tejada en el área de Curundú frente a las oficinas del MIVI, hiriéndolo en el brazo izquierdo.
 
El día 19 transcurrió bajo una calma aparente. La po­blación se dedicó a sus actividades normales, comentando los incidentes ocurridos y sin saber lo que les esperaba. Pese a que a al­gunos funcionarios, especialmente de las Fuerzas de Defensa, como en Sanidad Militar, se les había recomendado acumular comida y no hacer los gastos sun­tuarios acostumbrados para Na­vidad, lo cierto es que la mayoría de los panameños dudaba que una invasión se fuera a produ­cir.  Al caer la noche los noticieros televisi­vos estadounidenses, que se reciben por cable en Pa­namá, reportaban un inusual movimiento de aviones hacia Panamá. 
 
Las agencias de prensa empezaron a pedir confirmación a sus reporte­ros en Panamá.  Aproximadamente a las 9:00 p.m. el poblado de Veracruz empieza a notar el arribo constante y masivo de aviones a la base de Howard.  Ya a esa hora se encontraban aposta­dos a lo largo de la Avenida de los Mártires solda­dos panameños, conocidos como los “Macho de Monte”.  Poco antes de la medianoche era ata­cada la estación de las Fuerzas de Defensa de Balboa (frente al YMCA) y las patrullas de la poli­cía canalera eran neutralizadas, luego fueron atacadas las oficinas del DENI y de la Dirección de Tránsito. A las 12:45 a.m. empezaba el bombardeo aéreo al Cuartel Central y en el barrio de El Chorrillo.

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