El llamado “cierre” del
gobierno de Estados Unidos se puede interpretar y valorar de muchas formas pero
creo que por encima de todo refleja que el capitalismo no da para más.
No estamos hablando de
que un país arruinado de Africa disponga de una administración pública ínfima.
No nos referimos ni siquiera a que una gran economía no esté en condiciones de financiar
servicios básicos pero caros de salud o educación para toda su población: según
la Oficina del Censo de Estados Unidos allí hay más de 46 millones de pobres y
más o menos el mismo número de personas que no tiene asegurada la atención
médica en caso de enfermedad, una de cada seis personas que pasan hambre, según
Feeding
America, y casi 700.000 personas sin ningún tipo de vivienda.
Es peor. Se trata de que
la primera potencia mundial no puede pagar el día a día de las actividades
elementales de su gobierno.
Y la realidad es que
detrás de esa medida no hay una razón fundada que obligue a recortar los gastos
públicos.
Estados Unidos podría
seguir financiando los servicios públicos a los que renuncia estos días no solo
sin necesidad de recortar un solo dólar en gasto sino incluso aumentándolo para
cubrir las necesidades de la población de menor renta.
Afirmar que hay que
recortarlos para poder limitar los déficits y la deuda es una falacia que
oculta la verdad de las cosas: son los gastos militares (que representan algo
más del déficit total previsto para 2013) y, sobre todo, los recortes fiscales
que se vienen realizando en los últimos treinta años para favorecer a los ricos
y grandes empresas lo que realmente disparan su deuda pública.
Según un estudio de
Ciudadanos por la Justicia Fiscal los recortes de financiación al sistema
educativo de Estados Unidos fueron de 12.700 millones de dólares en 2012, más o
menos la misma cantidad que han evadido anualmente en impuestos estatales de
2008 a 2010 las 265 mayores empresas del país (6
Facts About Hunger That Demonstrate the Shameful Excesses of American
Capitalism). Y según esa misma organización 26 grandes empresas no pagaron
impuestos entre 2008 y 2011 a pesar de haber registrado 205.000 millones de
dólares de beneficios.
Según un informe de la
Oficina de Presupuestos del Congreso de los Estados Unidos (The
Distribution of Major Tax Expenditures in the Individual Income Tax System)
los recortes fiscales que viene realizando el gobierno tienen un coste de
900.000 millones de dólares este año y por su causa se dejarán de ingresar 12
billones de dólares en los próximos diez años. Y si a esos recortes se añaden
las ayudas fiscales a los ricos y lo que se pierde por la evasión de beneficios
a los paraísos fiscales la merma anual de ingresos es de unos 2 billones de
dólares.
Otro estudio de Deloitte
Center for Financial Services calcula que la riqueza neta de las familias que
disponen de más de 1 millón de dólares fue de 38,6 billones de dólares en 2011.
Eso significa que con un mínimo impuesto del 2% sería más que suficiente para
financiar el déficit previsto para 2013 y que solo con eso se recaudaría algo
más de la mitad de lo que pagan cada años todos los norteamericanos en
impuestos individuales.
La realidad no es que en
Estados Unidos se realicen gastos públicos excesivos sino que se recortan
impuestos a los ricos para privilegiarlos. Mientras que los impuestos sobre los
beneficios empresariales representaban el 6% del PIB de Estados Unidos en los
años cincuenta, ahora ni siquieran llegan al 2%. Entonces, por cada dólar que
pagaba en impuesto un trabajador estadounidense, las empresas pagaban tres,
pero ahora ahora solo 22 centavos (Five Tax Fallacies Invented
by the 1%). Y mientras que en los últimos 20 años los beneficios
empresariales se han multiplicado por cuatro, sus impuestos se han reducido a
la mitad (In
20 Years Corporate Profits Are Up 4X and Their Taxes Have Fallen by 50%).
Lo que hay detrás de
“cierre” del gobierno estadounidense es que el capitalismo ha llegado al
paroxismo. No es que los ricos no quieran gobierno sino que lo quieren solo
para él. Mantienen el ejército y mantienen las ayudas fiscales que van a ellos
y los apoyos multimillonarias a los bancos y a las grandes empresas. Ese
intervencionismo público no les disgusta ni quieren renunciar a financiarlo,
aunque hacen todo lo que está en su mano para que los financien los demás, eso
sí: en los últimos 20 años la proporción de impuestos pagados por los trabajadores
se ha doblado.
Lo ricos, más o menos
entre el 1 y el 10% de la población total, lo quiere todo, como demuestra que
los beneficios de las empresas hayan crecido desde 2008 veinte veces más que
los salarios (Corporate
Profits Have Risen Almost 20 Times Faster Than Workers’ Incomes Since 2008)
o que de 2009 a 2011 el 88% del crecimiento del ingreso en Estados Unidos fuese
a beneficios empresariales y solo el 1% a salario de los trabajadores.
El capitalismo de
nuestros días no da para más.
Todo lo que no sea
aumentar el beneficio de los de arriba da completamente igual. El “cierre” del
gobierno de Estados Unidos, por ejemplo, supone que el 96% del personal de la
Agencia de Protección Medioambiental, el 69% del Departamento de Energía y el
97% de la NASA no acuda al trabajo y que, por tanto, se paralicen sus
programas; que incluso el personal que repara carreteras y puentes tras
inundaciones y desastres pueda dejar de trabajar y que prácticamente se hayan
dejado las labores de supervisión pública de extracción de petróleo, gas o
mineral (What
the Shutdown Means For Energy and Environmental Programs).
No importa que se
destroce a la sociedad, que se destruya el medio ambiente o que se debiliten
fatalmente las instituciones. Solo interesa y preocupa concentrar hasta el
extremo la riqueza y el poder político, mediático y militar en manos de unos
pocos, como ha sido siempre pero ahora de manera mucho más exagerada porque lo
cierto es que el capitalismo de nuestros días ha sido capaz de vencer cualquier
resistencia al convertirse a su vez en una maquinaria gigantesca de generación
de consenso y sumisión, y también de destrucción y aniquilamiento. No es casual
que los mismos que defienden el cierre de colegios, hospitales museos públicos
o parques nacionales sean los que financian sin límite las guerras genocidas,
los ataques brutales a los derechos humanos, la tortura, el espionaje
generalizado y el desmantelamiento de las democracias.
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